La Comisaría 47 no daba para más. Ni los más antiguos de los que aún trabajaban en el desvencijado y antiguo edificio recordaban cuando fue la última remodelación que se le hizo. Siempre se oían rumores de un posible traslado a unas nuevas instalaciones, donde realizar el trabajo en mejores condiciones, donde poder aplicar las últimas técnicas en criminología y ciencias forenses, para resolver con mayor prontitud los casos que se iban acumulando por falta de medios. En definitiva, un ambiente laboral y profesional acorde al siglo XXI. Seguro que algún político de turno estaría aplicándose el tres por ciento en otros proyectos más interesantes.
Las goteras cuando llovía convivían con grandes cucarachas y pequeños roedores, y un permanente olor a podrido hacían inhabitable aquel lugar. La pareja de inspectores se veía obligada a trabajar codo con codo en sus respectivas mesas, desde el punto de vista literal y práctico, por lo reducido del espacio, y es que apenas disponían de nueve metros cuadrados cuando pasaban el tiempo redactando informes, estudiando pruebas o simplemente atendiendo el teléfono.
Mark, con la mirada perdida, pensaba en la velada de la noche anterior. Lo habían pasado muy bien: cena romántica e íntima, divertidas copas en un local de moda en el centro y un agradable paseo nocturno bajo la luz de la luna llena a lo largo del Hihgline. Pasaron las horas y no supo encontrar el momento adecuado para confesarle a David que se moría de ganas por estar más tiempo con él. La verdad es que se sentía inseguro, ya que no podía evitar pensar en que el sentimiento no fuera lo suficientemente recíproco como para que ante la propuesta de vivir juntos, el forense accediera. Una negativa por su parte podría enturbiar una relación que hasta el momento marchaba sobre ruedas, y quizás el forzar la máquina no sería lo más adecuado. Lo que Mark desconocía era que David, como si de un fenómeno telepático se tratase, estaba pensando lo mismo mientras le practicaba la autopsia a Margaret Jacobs en los sótanos de aquella vieja 47.
Jones tuvo que llamar la atención de su compañero por tres veces para que este lo mirara a pesar de que estuvieran a escasos centímetros de distancia.
– ¡Mark! ¿Te encuentras bien? Te noto un poco distraído ¿En qué piensas?
Este salió de su ensimismamiento. – Si, no, bueno, eh, pensaba que deberíamos movernos. Vayamos a hacerle una visita a los integrantes de la lista que nos facilitó ayer el jefe del Sr. Forrester y de paso que nos de un poco el aire. –
La entrevista con aquel en la jornada del día anterior desembocó en un listado de posibles inversores y clientes descontentos con la labor de Steve Forrester en vida, así como de algunas empresas subcontratadas que no habrían percibido aún los honorarios pactados por sus servicios, y que según palabras de dicho jefe, había desembocado en duras y calientes discusiones telefónicas en los últimos días.
Aunque no descartaban ninguna línea de investigación, esta vía ofrecía un móvil claro, por lo que se encaminarían en busca de un por qué y un cómo…