Microrrelato 92.0


Revólver I


Le confesé a mi padre lo que había hecho con algo de temor, pero ni puta cuenta – hacerme con un arma – Estaba tan borracho que ni siquiera me escuchó. No estar sobrio era lo único que le importaba, eso y de vez en cuando sacudirle a mi madre. Yo hasta ahora me había librado, aunque cada vez que ella sufría la ira de aquel indeseable, era como si la paliza me la propinaran a mí. Craso error cometió al no atender mi confesión – La próxima vez que toques a mi madre te descerrajo un tiro… –


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Microrrelato 59.0


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La fastidiosa mosquita con su lengua veloz hoy no tenía ganas de volar, había elegido caminar sobre aquel cable haciendo un alarde de equilibrio. Claro, así cualquiera, con tres pares de patas con propiedades adherentes. La querría ver yo paseando por ese hilo electrificado con unos pies como los míos, juanetes incluidos, seguro que caería al vacío. Pero bueno, supongo que cuando Dios empezó a repartir atributos, a ella le tocó este como le podía haber tocado otro cualquiera. ¿Le concedió también la particularidad de posarse en mi cara con una inigualable desfachatez después de estar pisoteando una mierda? Hija de puta…


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Madrid 38.0


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Después de sincerarse el uno con el otro, compartían sin saberlo la sensación de haberse quitado un peso de encima. Una liberación que daría paso a una situación normal,  si pudiéramos caracterizar así esta relación.

Vincent había pedido un gymtonic y María un blanco espumoso, que a modo de aperitivo tomaban en la terraza del restaurante en el que en su interior, le estaban preparando una mesa.

Otra vez, un plácido momento de silencio, disfrutando de cada trago, de cada calada de un cigarrillo que volvían a compartir, contemplando un cielo plagado de estrellas, sobre un fondo oscuro que no dejaba lugar a una luna que andaba desaparecida.

Un simpático camarero, amablemente les invitó a entrar comunicándole que la mesa estaba lista, y que él llevaría las bebidas.

– Muchas gracias. – Dijeron al unísono, lo que arrancó unas ligeras risas en los tres.

Una vez dentro, sentados, uno frente al otro, María alzó su copa y propuso un brindis – Por nosotros Vinc. Enterremos el pasado y ‘carpe diem’ –

– No podría estar más de acuerdo. Y ahora echémosle un vistazo a la carta, estoy hambriento –


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Relato 216.0


Revólver I


Levantó la vista al oír los pasos de su captor. Éste, al llegar la saludó irónicamente, y con una sonrisa maquiavélica introdujo su mano derecha en el interior de su cazadora semiabierta. Karen en ese momento se temió lo peor…


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