Un asesino implacable, meticuloso, concienzudo, limpio e insaciable. Consciente de lo que era, no podía evitar serlo, un psociópata elevado a la máxima potencia matemática, que había perfeccionado su método hasta límites insospechados a lo largo de los años.
Al principio, la necesidad de matar no era muy acuciante, pero cuantas más víctimas caían en su siniestra red mental, menor era el tiempo que transcurría entre un crimen y otro.
Y es que la sensación placentera que experimentaba una vez consumado tan sangriento acto, era inigualable, una rebosante emoción difícil de comparar con cualquier otro tipo de suceso vivido en su día a día rutinario.
Sabía que tarde o temprano lo descubrirían, pero no podía dejar de hacerlo, era superior a sus fuerzas, por lo que tenía claro que no pararía, y además, había algo que jugaba a su favor, estaba convencido sin ningún tipo de dudas, que lo que estaba haciendo era una ‘limpieza selectiva’. Sin escrúpulos y sin remordimientos, dormía cada noche como un bebé, con la conciencia muy tranquila.
Xenófobos, pederastas, políticos corruptos, maltratadores, violadores, extorsionadores… eran los que pasaban a mejor vida si se cruzaban en su camino.
– ¿Qué lees Vinc? –
– Ah! Hola María, qué tal. Pues es una especie de relato que he encontrado aquí en la mesa al llegar. –
Vincent dobló ‘el manuscrito’ y lo guardó entre las páginas de su novela, a la vez que ella tomaba asiento.
– ¿llevas mucho rato esperando? –
– No que va. –
– ¿Pedimos un par de cafés?
g-sayah