
Se encontraba en el suelo de su dormitorio, los ojos muy abiertos, con una mirada hierática y fría en dirección al techo. Su pelo recién peinado, rubio como el oro y un rostro bello con un cutis limpio y aterciopelado, producto de caros tratamientos de belleza.
Todo en su conjunto hacía inapreciable la realidad. Solo cuando me acerqué un poco más pude ver un hilillo de sangre en la comisura de sus labios.
No parecía real, pero sí, no estaba dormida, estaba muerta. Se había sumido ya en el sueño eterno.
– Detective Sánchez, no parece que hayan forzado la entrada –
Salí rápidamente de mis pensamientos y elucubraciones para centrarme en la escena del crimen.
– Es lógico pensar que conocería a su asesino, ¿no crees Javier? –
– Es lo más probable. Tiene un orificio de bala en el pecho y no aprecio orificio de salida, posiblemente de un treinta y ocho, y no hay signos de que sea un robo, no hay nada revuelto y todo parece estar en su sitio, salvo la vida de Irene, así es como se llamaba. Aquí tienes su carnet de conducir –
– Irene García, natural de Lugo, treinta y tres años… ¿Qué haces tan lejos de tu tierra? ¿Qué te traería aquí? –
– Está bien Javier, ponte en contacto con su familia, yo iré a comisaría a terminar el informe del caso que cerramos ayer y a poner al jefe al día sobre lo que tenemos de este. Dejemos trabajar a la científica. Por cierto, tutéame y llámame Rubén, por favor –
Aprovechó el camino en coche para telefonear a su hijo. Hacía ya varios días que no lo veía, y aunque hablaban a diario, eso no quitaba que le echara de menos.
Desde su divorcio con María había pasado de una vida ‘normal’ y medianamente ordenada, a un caos que le estaba resultando muy difícil de gestionar.
Le tranquilizaba pensar que Pablo, su hijo, era un tío responsable y buen estudiante, y aunque habían perdido bastante el contacto físico, su relación lejos de deteriorarse, había entrado en una etapa de complicidad y cariño hasta ese momento inédita, y que le hacía sentir mariposas en el estómago.
Cuando terminó de hablar con Pablo, su iPhone sonó advirtiéndole que tenía una llamada perdida de un número desconocido. Marcó a ver quién podría ser y después de dos tonos, una desconocida voz le dijo… – ¿Detective Sánchez? – Si, dígame – Soy el novio de Irene. Tenemos que hablar…
g_sayah
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