relato_15.0


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Era como si me hubiese desnudado ante un desconocido. Había sido la primera vez y siempre me he mostrado un poco escéptica con respecto a este tipo de terapia, aunque confiaba en que todo fuera bien y así cambiar mi visión y concepto hacia estos profesionales de la salud mental. En fin, no tenía nada que perder, todo lo contrario, y es que ya había tocado fondo.

Una vez en la calle, rescaté mi iPhone del fondo del bolso y pude ver varias llamadas perdidas y multitud de mensajes, casi todos de mi superior, el Capitán García. Le devolví con premura la llamada y tras pegarme la gran bronca, me ordenó dirigirme al Upper East Side, donde Mark, mi compañero, me esperaba junto con la científica en el apartamento de una ricachona que habían asesinado esa misma noche.

A pesar de llegar la última, pude aparcar mi viejo Audi A3 bastante cerca de las reseñas que el Capitán malas pulgas me había dado.

Agarré los cafés que por el camino había comprado y me dirigí a la escena del crimen – bueno, a ver que me encuentro, me da que hoy no va a ser un día fácil… –


g_sayah


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No tuvo más remedio que parar de leer, una pausa obligada en la intrigante historia que el creador de Carvalho la mantenía en tensión, tensión que se unía a un cabreo repentino por culpa de la cagada de una paloma, que se atrevía a posar aquellos dañinos excrementos en su novela montalbiana.

– ¡Malditas ratas voladoras! – farfulló, mientras extraía un clínex de su bolso para limpiar el estropicio.

Pasaban ya veinte minutos y su cita no acudía, lo que aumentaba su escepticismo sobre los encuentros ciegos originados en la red. Lo conoció hace un par de meses y hasta ahora sólo había intercambiado algunos mensajes y pocas confidencias, nada de fotos por supuesto.

Nunca le pareció buena idea, pero necesitaba compañía, conversar un rato, ocupar un espacio que hacía varios años estaba vacío, creyendo que compartir un momento con alguien distinto y poco cercano no le haría ningún mal, eso sí, la inseguridad la embargaba y a lo mejor era esa la sensación que despertaba su curiosidad.

– Hola Silvia, siento el retraso –


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relato_12.0

 


Fue un invierno especialmente duro, y no en lo referente a la climatología, que también, sino porque apenas hacía dos meses que había fallecido su mujer. Tardaría en asimilarlo, pensaba Ethan, es más, tenía una la terrible sensación de que no lo haría.

John, su mejor amigo, le comentó un día que la muerte de un ser querido con el que estás habituado a convivir diariamente no se supera, sino que aprendes con el tiempo a llevarlo lo mejor posible – Siempre estará presente – me decía, cuando ya habían transcurrido varios años desde que su padre falleció. Anthony, que gran hombre. Todavía lo recuerdo sentado en su rincón de leer, como él lo llamaba,  en un confortable sillón con una novela en sus manos bajo la tenue luz que le proporcionaba una vieja lámpara, y su  inseparable bufanda gris antracita en el cuello. Mirándome por encima de sus gafas negras,  me ofrecía un café con la condición de que yo le preparara el suyo, y como un ritual, compartíamos un rato de conversación, casi siempre en torno a la literatura o al cine.

De camino a la tienda de ultramarinos del pueblo, hacía mentalmente un esfuerzo por recordar qué compraría para rellenar el frigorífico – Ya estoy otra vez – y es que no podía dejar de pensar en ella. Era Vanessa la que se encargaba de hacer la compra y cocinar  ¡Y como lo hacía! Era maravilloso verla entre fogones y utensilios, destilando una pasión inusitada hacia los alimentos que elaboraba con tanto cariño. Todavía podía percibir esos aromas a especias de todo tipo con las que aderezaba sus comidas. Manjares que luego compartíamos juntos acompañados de un buen vino.


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Casi la convenzo para abrir un pequeño restaurante, donde serviríamos a pocos clientes. Familiar y acogedor, con pocas mesas. Hubiésemos disfrutado el uno del otro a la vez que dábamos rienda suelta a una de sus pasiones. Era un sueño, dejar nuestros respectivos trabajos y de esta forma pasar más tiempo juntos, que en el fondo era lo único que nos importaba. 

De repente lo embargó un profundo sentimiento de tristeza y pensó que ella no querría verlo así.

No paró en la tienda. Pasó de largo y se dirigió a casa – Es hora de cumplir con uno de los sueños que nos propusimos – Lo primero que hizo fue llamar a su amigo – Hola John, cómo lo llevas. ¿Te importaría llevarme al aeropuerto? Si, ahora. Pues no lo sé aún. Estupendo, en casa te espero –

Cogió su mochila donde metió una muda de ropa, el Mac, una novela inacabada y su Moleskine.

Mientras esperaba a John, se sentó en una desvencijada mecedora que Vanessa restauró en su día y se fumó un cigarrillo mirando a su alrededor y pensando que con un poco de suerte tardaría en volver, es más, intentaría no hacerlo…


g_sayah


relato_11.0


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Se encontraba en el suelo de su dormitorio, los ojos muy abiertos, con una mirada hierática y fría en dirección al techo. Su pelo recién peinado, rubio como el oro y un rostro bello con un cutis limpio y aterciopelado, producto de caros tratamientos de belleza.

Todo en su conjunto hacía inapreciable la realidad. Solo cuando me acerqué un poco más pude ver un hilillo de sangre en la comisura de sus labios.

No parecía real, pero sí, no estaba dormida, estaba muerta. Se había sumido ya en el sueño eterno. 

– Detective Sánchez, no parece que hayan forzado la entrada –

Salí rápidamente de mis pensamientos y elucubraciones para centrarme en la escena del crimen.

– Es lógico pensar que conocería a su asesino, ¿no crees Javier? –

– Es lo más probable. Tiene un orificio de bala en el pecho y no aprecio orificio de salida, posiblemente de un treinta y ocho, y no hay signos de que sea un robo, no hay nada revuelto y todo parece estar en su sitio, salvo la vida de Irene, así es como se llamaba. Aquí tienes su carnet de conducir 

– Irene García, natural de Lugo, treinta y tres años… ¿Qué haces tan lejos de tu tierra? ¿Qué te traería aquí? –

– Está bien Javier, ponte en contacto con su familia, yo iré a comisaría a terminar el informe del caso que cerramos ayer y a poner al jefe al día sobre lo que tenemos de este. Dejemos trabajar a la científica. Por cierto, tutéame y llámame Rubén, por favor 

Aprovechó el camino en coche para telefonear a su hijo. Hacía ya varios días que no lo veía, y aunque hablaban a diario, eso no quitaba que le echara de menos.

Desde su divorcio con María había pasado de una vida ‘normal’ y medianamente ordenada, a un caos que le estaba resultando muy difícil de gestionar.

Le tranquilizaba pensar que Pablo, su hijo, era un tío responsable y buen estudiante, y aunque habían perdido bastante el contacto físico, su relación lejos de deteriorarse, había entrado en una etapa de complicidad y cariño hasta ese momento inédita, y que le hacía sentir mariposas en el estómago.

Cuando terminó de hablar con Pablo, su iPhone sonó advirtiéndole que tenía una llamada perdida de un número desconocido. Marcó a ver quién podría ser y después de dos tonos, una desconocida voz le dijo… – ¿Detective Sánchez? – Si, dígame – Soy el novio de Irene. Tenemos que hablar…


g_sayah


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Aquella mañana no era diferente a las demás. Se había despertado temprano, el sueño la abandonaba como casi siempre. Se sentía cansada pero con ganas de afrontar la rutina diaria.

– Qué coño, hoy voy a romper la rutina – Introdujo en la cafetera una buena dosis de café en vez de descafeinado. Para Esther no era habitual, y de esa forma tan trivial pretendía empezar a cambiar cosas en su vida. Esta no le sonreía últimamente. Tanto en lo personal como en lo profesional no había tenido muy buenas experiencias.

Separada de su marido desde hacía ya varios meses, le echaba de menos. Era el hombre de su vida, al menos eso creía ella. Desde que lo conoció en lo que era el curso de orientación universitaria, no había tenido ojos para nadie más. Él, por lo visto sí. Había conocido a otra, más joven y también más rica. Buen partido y buena opción para dejarla en la estacada.

Todavía no lo había asumido y albergaba la esperanza de un futuro juntos. Ella lo perdonaría, por supuesto, ya que el amor que sentía estaba por encima de cualquier elección que Carlos hiciera en su día. No le cabía la menor duda, aunque posiblemente él no sentía ni pensaría lo mismo.

Se tomó una taza del café que previamente había subido por la cafetera emitiendo ese sonido que tanto le agradaba, no menos que el aroma, que casi la alimentaba para medio día.

Una vez se vistió, salió a la calle en busca de su automóvil, uno de los pocos objetos que le había tocado en el reparto al separarse. Desgraciadamente no se podía permitir el lujo de cambiarlo, viejo y desvencijado, también le recordaba a él.

De camino al trabajo y escuchando la radio pensó – ¡ Joder que raro, me he vestido a la primera! – Normalmente se cambiaba varias veces antes de salir, una lucha permanente con su vestidor, ¿inseguridad?, hoy no, algo estaba cambiando…


g_sayah


 

Relato 9.0


#excalibur#


– Buenos días Carla, ¿lo de siempre? –

– Buenos días Armando. Si por favor 

Leía el periódico mientras esperaba impaciente el desayuno, aunque más sumida en sus pensamientos que en las páginas del diario, el cual apenas si contenía hoy noticias relevantes.

Devoró el plato número siete de la carta acompañado de dos buenas tazas de café. Tras pagar dejando una generosa propina se despidió de Armando hasta el día siguiente y salió del restaurante.

– ¡Oh Dios que frío hace! –

Eran las seis y cuarto de la mañana cuando pidió un taxi – Al 750 de la 1st por favor – El taxista giró en la octava hacia la 34 dirección este mientras Carla se acomodaba en el asiento trasero para terminar de leer la prensa.

– ¡Arturo detrás de ti! – Este empuñó su Excalibur y se dirigió al individuo que le venía por la espalda – ni se te ocurra sarraceno, esas reliquias nos pertenecen – le dijo con cara de ferocidad. Tras una dura contienda pocos quedaban ya en pie, pero los Caballeros de la mesa redonda no cejaban en el empeño de recuperar lo que era suyo. El infiel miró a su alrededor, y viendo su desventaja soltó lo que el Rey reclamaba y salió despavorido.

Tristán observó a Perceval recoger el objeto del suelo embarrado y este esgrimiendo una sonrisa se dirigió a su líder.

– Por fin Arturo, con esta casi hemos acabado –

– Cierto mi fiel amigo, cierto –

Estaba siendo un invierno duro y frío, sus hombres lo estaban notando, pero la fe se imponía sobre todos los acontecimientos mundanos.

– ¡Oiga señora! Se ha quedado  dormida mientras leía – Le decía el taxista conforme paraba en doble fila.

– Lo siento – Carla se recompuso rápidamente y pagó el taxi mientras intentaba despegar los párpados, reflexionando en lo extraño y misterioso de los sueños – Quédese con el cambio 

Salió del vehículo amarillo y subió las escalinatas que jalonaban el  edificio en el que trabajaba a escasos metros del East River – Estoy segura de que hoy será un día crucial para el futuro del planeta – pensó…


g_sayah


relato_10.0


Eventos - 2107


Estaba completamente seguro de que sucedería. Tarde o temprano ese amor icástico y puro que sentían el uno por el otro llegaría a su fin. Se fue marchitando cual flor de otoño, como diría el poeta.

Marco sentía una intensa tristeza y en ese momento no podría describir con palabras los sentimientos que le golpeaban en lo más profundo de alma     – ¿Melancolía? – Posiblemente se quedaría corto.

Se afanaba por pensar en lo bueno que había vivido junto a Javier, intentaría quedarse con eso, pero desgraciadamente no era el momento, le era muy difícil deshacerse de ese tormento que le albergaba.

Fue un flechazo mutuo a primera vista. Desde aquel veintiocho de junio del noventa y siete no se habían perdido de vista ni un instante, unidos, hasta un fatídico momento imposible de fechar en el que su idilio se convirtió en algo vacío y sin sustancia.

Tras casi quince años de relación, intensa y apasionada, tendrían que rehacer sus vidas cada uno por un lado, separados, maldita palabra. Tan solo quedaría el recuerdo…


g_sayah


relato_8.0


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Mudarnos al campo creo que ha sido lo mejor – ¿no lo crees tú así cariño? –

– Pues no lo sé Carlos. Conforme vaya pasando el tiempo te lo diré. Aunque pienso que huir de la realidad y de los problemas sea la solución –

– ¡Pero es que el día a día ya era imposible de llevar! – De todas formas, si a ti te parece bien, nos damos un tiempo y una vez te recuperes, lo sopesamos detenidamente y vemos que nos apetece hacer, si volver al pueblo o mudarnos a una ciudad más grande donde la gente sea menos indiscreta y pasemos inadvertidos. Me trae sin cuidado el lugar, estando contigo me siento bien y soy feliz. Por cierto Javi, espero que nunca se te olvide…

– Que no se me olvide qué…

– Que te quiero… –


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relato_7.0


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El día que Marco murió era un día como otro cualquiera, pero llovía intensamente. Salió del garaje de casa en su Renault Clio camino de la oficina y con el pensamiento ocupado con el dibujo que su hija de cuatro años, Alba, le había regalado por el día del padre.

En otra parte de la ciudad, Paula estaba nerviosa y estresada. Llegaba tarde a una importante reunión de trabajo. Sin apenas maquillar y a medio vestir, tampoco le daba tiempo de terminarse el café que su encantador marido le había preparado como cada mañana – Cariño, nos vemos para almorzar – le dijo mientras corría hacia el ascensor.

El limpiaparabrisas de su coche luchaba por evacuar el agua que se acumulaba de manera rápida y abundante. No paraba de mirar su reloj y Paula pensaba que su jefe le reprocharía el retraso, ya que el dosier de la presentación lo llevaba ella, pues había estado ultimándolo en casa hasta última hora de la noche. Se imaginaba a esos importantes clientes orientales, impacientes y puntuales, esperando a que una insignificante publicista llegara con una propuesta profesional carente de atractivo.

Le faltaban dos kilómetros escasos para llegar cuando se topó con un tráiler que circulaba a una velocidad anormalmente reducida. Pensó en adelantarlo, pero la vía y las condiciones meteorológicas no invitaban a ello. Miró de nuevo su reloj – ¡mierda, que tarde es! – Otra vez pensó en la cara que tendría su jefe y la bronca que le caería, por lo que decidió adelantar al lento vehículo cuya longitud no era precisamente corta.

En décimas de segundos se dio cuenta que dicha decisión no fue la correcta. Un automóvil negro chocó frontalmente con el suyo. Era lo último que recordaba cuando hablaba con un teniente de la Guardia Civil en el hospital.

– Agente ¿y la gente que iba en el vehículo con el que he tenido el accidente? – le preguntó Paula al teniente Vila con lágrimas en los ojos – Marco, señora, se llamaba Marco… 


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Relato 6.2


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El francotirador descolgó el teléfono de su despacho y llamó al equipo de limpieza.

– Hola Jordi. Soy Mario. Cómo va eso. Yo bien ¿Y tú? Me alegro. Bueno, te llamo porque tengo un trabajito para ti y tu grupo –

El jefe de Silvia ordenó a Jordi que buscaran cualquier vestigio de quién o quiénes habían pasado por el piso franco que en ese momento estaba utilizando aquella. Huellas, restos de ADN, residuos de cualquier tipo… algo que sirviera para identificar a los que estaban detrás de ese registro inesperado, repentino y posiblemente con consecuencias negativas para la agencia.

Mario era consciente de la gravedad del asunto, y su preocupación no era tanto por averiguar la identidad de los autores, que era importante y crucial , por supuesto, sino por el qué iban buscando, y sobre todo, cómo habían descubierto la presencia de una de sus mejores agentes.

Podía suponer que la vida de Silvia corría peligro, pero no quería precipitarse a la hora de tomar una decisión dentro del contexto en el que se encontraban ahora mismo. Esperaría a que Jordi le informara de sus pesquisas.

Hasta ese momento confiaba en que su discípula sabría cuidarse solita y pasaría inadvertida durante un tiempo prudencial.

Tampoco quería precipitarse a la hora de informar a sus superiores ni levantar demasiada polvareda, ya que su experiencia, autonomía y capacidad de trabajo hacían que la situación la tuviera bajo control y sin temor a que se le escapara de las manos – En muchas peores me he visto – De momento disponía de recursos suficientes para hacer frente a esta historia. Contaba con esa ventaja y tendría paciencia, a la vez que albergaba la esperanza de que se tratase de un vulgar robo o un simple allanamiento de cualquier caco de poca monta, lo que sería un mal menor, aunque se le antojaba altamente improbable…

Se disponía a decirle a su secretaria que le encargara algo para almorzar, comería en el despacho mientras cerraba un par de asuntos que tenía pendientes, cuando recibió la llamada de Jordi.

– Hola jefe. Ya hemos terminado. Si. Hemos sido rápidos, como siempre, pero sobre todo discretos y pulcros, aunque esta vez creo que no te va a gustar lo que tengo que decirte…


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