Fotos desde mi iPhone…
G. Sayah
un rincón donde compartir historias…
Fotos desde mi iPhone…
G. Sayah
Lo sé, soy un nostálgico, y aunque ha pasado más de un año, no he vivido un solo día que el recuerdo no me embargara. Mi abuelo, llenaba un hueco especial en mi ser, y al regresar a aquella vieja casa, hoy deshabitada, los olores invadían mis sentimientos. Muebles casi decimonónicos, cocina de leña, y sus pocas pertenencias, entre ellas su inseparable mascota, sombrero regalo de mi padre, su hijo, del que no se desprendía jamás. Me iba a costar, sentía un terrible dolor, una gran angustia, pero debía tomar una decisión…
G. Sayah
Una mañana como otra cualquiera… A Nick no le hizo falta que sonara el despertador que como cada noche había puesto a las seis en punto, ya llevaba un par de horas despierto. Tumbado bocarriba, con los ojos cerrados, la respiración pausada, intentó conciliar el sueño en un inutil acto de relajación que nunca le funcionaba. El recuerdo de su compañero se lo impedía.
Se levantó por fin, puso la cafetera y se metió en la ducha mientras subía el café.
Sorbo a sorbo, disfrutaba del caliente brevaje y de unos minutos de silencio y tranquilidad, ya que conforme avanzara el día, difícilmente se repetirían momentos como ese.
Terminó de repasar unas notas y el expediente del caso que había caído en sus manos el día anterior, y decidió que volvería a pasar por el lugar del crimen antes de dirigirse a comisaría…
G. Sayah
‘Dança general de la muerte’
Siglo XV
Anónimo
G. Sayah
Relato 135.0
Mi mente deambula perdida. Creí haber encontrado lo que buscaba con ahínco, pero no, al menos de momento. Camino desorientado, alzo la mirada y me doy cuenta de que no sé donde estoy. Veo una boca de metro y bajo al subsuelo, ese mundo característico de La Isla, con su inconfundible olor, rebosante de gente, esperando a que la máquina asome por el oscuro túnel.
Creí haberlo encontrado.
De ti me enamoré
y creí haberlo encontrado.
El amor,
también la pasión, el frenesí,
me había ilusionado.
Después,
me dejaste y caí,
derrotado.
Creí haberlo encontrado…
Ya en la superficie, veo que el sol ataca feroz al cristal y al acero de los afilados rascacielos, inflamándolos, y estos a su vez se defienden arrojándolo hacia el tórrido asfalto, repartiendo agobio. Yo, recojo la parte que me toca y sigo caminando…
G. Sayah
11S
Pesaban muy poco pero aplastaban sueños, figuras como salidas de un cuadro de Dalí, imágenes alegóricas agolpadas en su mente, mente repleta de imágenes incapaz de gestionar aquella situación. Un sistema neurológico colapsado por lo real, por lo sobrevenido, una realidad presente y palpable alejada de lo onírico, que destruía cualquier atisbo de razón, la razón necesaria que no podría abrirse paso en ese preciso momento donde un gran amasijo de hierro y acero se mostraba cruelmente adornado de sangre y dolor…
G. Sayah
No era la primera vez que lo sentía, una presencia invisible que la observaba, hacía días, estaba segura. La sensación era fuerte, sobre todo cuando andaba por la calle, a pesar de las miles de almas que deambulaban por las calles de Manhattan, esa sombra estaba cerca y no tenía ni puta idea del por qué.
Últimamente había tomado precauciones, no salía sola por la noche, intentaba llegar temprano a casa después del trabajo y normalmente le pedía a algún compañero que la acompañara, aunque sin decir el motivo real, aducía que no se encontraba bien, que se sentía algo mareada, excusa que hacía siempre que alguien se ofreciera.
Sentada en la mesa de la cocina, daba buena cuenta de unos tortellinis rellenos de parmesano con una buena copa de tinto, mientras pensaba que mañana llamaría a un cerrajero para cambiar la cerradura de su apartamento, es más, pondría dos. También aseguraría las ventanas, aunque vivía en una octaba planta, así se quedaría más tranquila. Igual, hasta instalaría una alarma.
Se levantó para coger la Moleskine de su mochila y anotarlo todo para que no se le olvidara nada, cuando de repente un extraño ruido la acojonó un poco. Dirigió su mirada al pomo de la puerta y notó que estaba girando lentamente, y no pudo evitar que el grito que quiso dar se le ahogara en su interior a la vez que se le erizaban todos los bellos de su tembloroso cuerpo…
G. Sayah
G. Sayah
– Intuyo que los científicos irán desapareciendo. –
– Y yo espero que tu intuición no se materialice. –
La conversación entre ambos investigadores se tornaba grave y pesimista. A pesar de los inconvenientes económicos y la escasez de recursos, el progreso era inevitable, aunque los últimos rumores hacían temer lo peor. La iglesia, con el apoyo de las diferentes monarquías europeas, había emprendido una cruzada contra aquellos que osaban poner en duda la ‘obra de Dios’, y aunque no tenían la certeza, se decía que habían quemado a varios de sus colegas en Francia, y que las mazmorras italianas estaban repletas de ellos…
G. Sayah