Madrid 43.0


MADRID DESTINAR¡ PROGRESIVAMENTE M¡S ESPACIO AL PEAT”N EN GRAN VÕA


El apartamento de María no era muy grande. Un dormitorio con un coqueto vestidor, una cama de matrimonio flanqueada por dos mesitas de noche de diferente diseño, y debajo de un gran ventanal, un antiguo secreter junto a una librería rebosante de ejemplares policíacos. La estancia presumía de luminosidad, una luz natural que venía de la Gran Vía Madrileña, a la que el sol no dudaba en castigar en aquella época del año y cuyas vistas eran perfectas desde allí. Era seguro que aquello podía alegrar los ojos de quienes como ella, se declaraban urbanitas incondicionales. Como no podía ser de otra forma, la vivienda disponía de un baño, pero en este caso bastante completo, es decir con ducha y bañera independiente, todo un lujo para los escasos 50 metros cuadrados de aquella. Su decoración distaba bastante de la vulgaridad, era original y te podía hacer olvidar que te encontrabas en un escusado.

La cocina formaba parte del salón, el lugar más amplio del apartamento, separada de este por una moderna y funcional isla en la que se insertaban tres fogones de gas, en los que María daba rienda suelta a su afición culinaria. Una afición que había heredado de su madre, la cual consiguió que su hija fuera también una estupenda repostera.

A Vinc le sorprendió cómo en tan reducido espacio María había sido capaz de colocar un frigorífico de dos puertas, de esos que salen en las pelis americanas y que tanto le gustaban, por no hablar de un lavavajillas y un horno, elemento imprescindible para su hobby, del que disfrutaba enormemente en sus ratos libres.

Solía tomar una copa de vino, a la vez que elaboraba exquisitas recetas, con las que obsequiaba a sus compañeros de trabajo cada dos por tres con generosos táper, lógicamente, ya que ella sola era incapaz de comerse todo lo que cocinaba, y su congelador, aunque era enorme, no daba para tanto.

Una considerable pantalla de televisión le hacía compañía permanentemente, cuando no escuchaba música del antiguo tocadiscos, regalo de un antiguo novio, que le permitía reproducir su rica colección de vinilos. Todo, aquí, también estaba presidido por una gran ventana que dejaba pasar los rayos del sol que le daban la vida, y que se hacían cómplices de una lectura esporádica de su biblioteca particular, en un bonito y cómodo sillón ‘made in Ikea’ que pasaba desapercibido en un acogedor rincón del habitáculo, en el que no podía faltar una gran alfombra persa, que culminaba la imagen de confort y la sensación de placer, cuando le apetecía quedarse en su ‘hogar’.

– Me encanta tu apartamento. Si tuviera una chimenea creo que tendría un orgasmo de inmediato – dijo Vincent con una rotunda y clara sinceridad.

María no pudo más que soltar una sonora carcajada al mismo tiempo que le tomaba el equipaje para dejarlo en el dormitorio. Cuando volvió se colocó enfrente de él, se puso de puntillas, le rodeó tiernamente el cuello con los brazos y le obsequió con un cariñoso beso – Considéralo tuyo, bueno, nuestro… –


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Reflexión 13.0


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Como si a mí me importara lo que los demás me tengan que decir. Lo siento por ser algo grosero, pero al igual que no me gusta que nadie se meta en mi vida, yo soy incapaz de vivir la de nadie. Este es un concepto que poca gente entiende. Creo que hay que compartir vivencias, enamorarse, estar con quien nos aprecia en momentos sombríos, sentarnos aunque sea a tomar  un café de vez en cuando con aquel amigo que hace meses que no vemos… pero siempre respetando los límites que cada individuo quiera marcarse. 

En honor a la verdad tengo que decir que hubo un tiempo que ‘el qué dirán’ me atormentaba, posiblemente porque ni yo mismo me aceptaba, pero ese tiempo ha pasado. Ha llegado el tiempo de quererme, de mirar por mí, ya que estoy convencido de que en mi felicidad estará las de los que me quieren, aunque cada vez me van quedando menos de estos.

Desde mi retiro en la gran ciudad, observo desde la distancia un pretérito que fue algo desolador para conmigo, un tiempo pasado en el que albergaba pocas esperanzas, pero afortunadamente el presente está siendo distinto y presiento que el destino me tiene deparado algo mejor.

Y volviendo a hacer referencia al respeto, me gustaría señalar que vivimos en una sociedad en la que por lo general éste brilla por su ausencia, pese a ser una espléndida virtud que deberíamos de tener grabada a fuego en el cerebro, y no precisamente en el desván, sino en la planta baja, donde la tengamos continuamente a la mano. Por cierto hablando de cerebro, no hago más que darle vueltas a lo mismo y me parece que la inmensa mayoría lo tenemos hecho de una mierda inservible, una mierda que ni para abonar la tierra…


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Relato 218.0 – reload –


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– No puedo darte nombres. Seguro que lo entiendes, pero me encargaron que siguiera tus pasos. –

– Pues no, no entiendo por qué. Ilumíname por favor. – Dijo Vincent con sarcasmo.

– Mi jefe desea contratar tus servicios, pero me ha pedido que le entregue un informe completo sobre tus actividades. Quiere conocerte mejor, desea un perfil más detallado de tu persona y de tu forma de hacer las cosas. –

– Sigo sin comprenderlo. Podía haberme preguntado directamente, y si sabe de mi existencia, es porque alguien le ha informado, tú ya sabes como funciona esto, y ese alguien le habrá dicho que mi reputación me precede, y además, me precio de ser bastante eficaz y juicioso en los encargos que me hacen. –

– No me cabe la menor duda Vinc. ¿Puedo llamarte Vinc? –

– No te pases. –

– Bueno, el caso es que si tú rebosas profesionalidad, él es un hombre cauto y muy discreto, no suele mezclarse directamente en asuntos de esta índole, para eso estamos nosotros, y  le gusta conocer bien a la gente con la que trabaja. No te lo tomes a mal, y tampoco me gustaría que mi presencia te violentara, como te digo, mi intención dista bastante de intentar causarte algún daño, ni a ti ni a tu chica.-

A Vincent no le gustó mucho el último comentario, se quedó callado, pensativo, elaborando una respuesta para cerrar aquella conversación, y de paso quitarse de encima al tipo que hacía días lo estaba siguiendo…


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