Relato 89.0


Zahara de los Atunes


La realidad supera a la ficción…

Inmerso en la lectura, Alex decidió ese verano que las vacaciones serían diferentes a las de otros años. Por lo general aprovechaba el descanso estival, cuando su estresante trabajo se lo permitía, para viajar a grandes y cosmopolitas ciudades. Le apasionaba mimetizarse con los oriundos urbanitas, como uno más, zambullirse en cualquier capital mundial, sumergirse en su arquitectura, disfrutar de la gastronomía, patear sus barrios… por muy poco convencional que pareciera.

La agradable brisa marina acariciaba su rostro, aguas transparentes dejaban que el sol penetrase hasta un fondo coralino de una belleza espectacular, largas e inclinadas palmeras intentaban alcanzar la orilla de la playa con la intención de darse un baño, y desde el porche de aquella lejana y solitaria choza, en una cala perdida de una isla semi desierta, disfrutaba de una paz y una tranquilidad, cuanto menos extraña para lo que estaba acostumbrado.

Después de dejar a David con un tiro en el hombro, protagonista de la novela que en ese momento tenía entre manos, cerró el libro no sin antes colocar su fetiche e imprescindible marca páginas adquirido en el sueco Fotografiska Museet.

Levantó la vista, apreciando lo que bien podría ser el paraíso si este existiera, respiró hondo, – aire puro – se dijo, cuando de repente le pareció ver algo sobre la arena, próximo al agua, a unos cien metros a la izquierda de su morada veraniega.

Incrédulo, sorprendido, aunque a diario lo viera en las noticias, ahora lo tenía delante, boca arriba, con los ojos mirando hacia el cielo azul, sin vida, el cuerpo de una persona que seguro la marea había arrastrado hasta allí, a sus pies. Una víctima más de unos desplazamientos forzosos en busca de una vida mejor, alma desesperada que huye del horror que vive en su país de origen, y que se topó con todo lo contrario, con una temprana y desgraciada muerte, en el mar, en un mar que posiblemente habría engullido y truncado más de un sueño como el de aquel joven.

Si, joven. Alex pensaba que apenas tendría veinte años, mientras, en sus ojos afloraban unas lágrimas de pena e impotencia… la realidad superaba a lo que creemos ficción.


G. Sayah

Acróstico 3.0


Eventos - 2108


‘Nuestro mundo’

Podríamos echar

lazos salvajes, unidos.

Andando, sobre las aguas de un mar

nudos irrompibles formaríamos.

Explorándonos,

taxonomía amorosa viviríamos.

Amantes infinitos…


G. Sayah

 

Reflexión 11.0


carlosruizzafon


La meritocracia y el clima mediterráneo son incompatibles por necesidad. Es el precio que pagamos por tener el mejor aceite de oliva del mundo, imagino. Que un bibliotecario experimentado llegara a dirigir la Biblioteca Nacional de España, aunque solo fuese durante catorce meses, ha sido un accidente no premeditado… más cuando hay un sinfín de amiguitos y parientes con que cubrir el puesto.


El laberinto de los espíritus.

Carlos Ruiz Zafón.


G. Sayah


 

‘Poeta en Nueva York 10.0’


Relato 112.0


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Una vida cualquiera. Menos la mía, cualquiera. Si, cualquiera que se preste vive su vida, pero la mía la están viviendo otros. Dueño de mi vida fui, en algún pretérito momento, mas ahora la tuve que malvender a precio de saldo, quizás por mi mala cabeza, quizás por mis vanos esfuerzos. Ora envidio al que controla el curso de sus acontecimientos vitales, ora lamento no poder yo hacerlo.

Vivo sin vivir en mi

vacío de sabia añoro,

haber vivido momentos

que a día de hoy, lloro.

Perseguiré en la urbe aquel pasado para intentar comprender el presente. Buscaré en la memoria en que he fallado para ordenar ese ahora anhelado. Intentaré explorar el futuro bajo una urgente y precisa anonimia. Y que no me señalen con un dedo acusador por querer recuperar un tiempo que a todas luces se presume inconquistable…


G. Sayah


 

Relato 90.0


Taxi NYC


´La huída’

Poco a poco, sorbo a sorbo, disfrutaba de su humeante y deliciosa taza de café, al tiempo que escuchaba las primeras noticias de la mañana por la radio. ‘El parte’… como decía su padre.

– Parece que hoy no todo es malo. – Pensó cuando el comunicador radiofónico anunció que el gobierno de turno tenía la intención de subir las pensiones, a la vista claro está de unas elecciones cercanas. El resto fue una tirada de titulares sobre violencia machista, inmigrantes que perdían la vidas en el mar intentado buscar un lugar mejor donde vivir, catástrofes naturales al otro lado del mundo, pobreza extrema que cercenaba vidas infantiles en países del tercer mundo, políticos imputados por corrupción… una negra y macabra lista interminable.

Aquello era lo normal al despertarse cada mañana, aunque no lo era que su teléfono fijo sonara, y menos, tan temprano.

– Dígame. –

Una voz desconocida y en un susurro apenas imperceptible, le soltó un par de frases que hicieron que se le helara la sangre.

Se le cayó el auricular de la mano que lo sostenía y tardó al menos un minuto en reaccionar, y cuando lo hizo, rápidamente atrapó su abrigo que colgaba del perchero que tenía en la entrada de su apartamento, como un relámpago abrió la puerta y se precipitó escaleras abajo sin cerciorarse de que la dejaba abierta.

Ya en la calle, paró el primer taxi que vio libre y se lanzó de cabeza en el asiento de atrás.

– Buenos días. ¿A dónde la llevo? –

– Sólo conduzca, y rápido por favor… –


G. Sayah

‘Poeta en Nueva York 9.0’


Relato 111.0


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Esa mañana, no sabía muy bien por qué, pero estaba algo malhumorado, quizá por la llamada de su jefe a las cinco de la madrugada. Necesitaba un café.

– Entorno a las once de la noche. –  Oía decir al forense con respecto a la hora de la muerte. El desgraciado presentaba unas veinte puñaladas y varios golpes con lo que podría ser un bate de béisbol.

– Era el encargado de hacer caja y cerrar. – Le comentó el agente que llegó primero al escenario del crimen. – No hay testigos. –

Sangre por doquier, vasos rotos, recaudación intacta, cerradura no forzada, un cadáver destrozado y humillado mediante un ensañamiento bestial.

El inspector se preguntaba quién podría hacer algo así. Pese a su experiencia, se sorprendía constantemente del nivel de crueldad que un ser humano estaba dispuesto a alcanzar, cometiendo actos tan viles y salvajes como aquel. 

Por qué y para qué.

No lo sabemos,

nadie lo sabía,

Pero siempre, sucedía…

Individuos portadores de una mente maquiavélica capaz de lo peor, no podía dejar de pensar que, inexorablemente, esta sociedad se encaminaba hacia la autoaniquilación… 


G. Sayah


 

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