Reflexión 2.0


Eventos - 2003


‘Creo que hay tres modos de ver el mundo artística o estéticamente: de rodillas, posición más antigua en literatura, cuando se da a los personajes una condición superior a la condición humana. Segunda manera, en pie, mirando a los protagonistas novelescos como de nuestra propia naturaleza, el personaje sería un desdoblamiento de nuestro propio yo, con nuestras virtudes y nuestros mismos defectos, esto es Shakespeare, todo Shakespeare… Y hay una tercera manera, mirar el mundo desde un plano superior y considerar a los personajes de la trama como seres inferiores al autor, con un punto de ironía, los dioses se convierten en personajes de sainete. Quevedo tiene esa manera, Cervantes también… Esto es lo que me lleva a los esperpentos.’

Ramón del Valle-Inclán elige esta última definiendo a sus personajes como enanos y patizambos que juegan una tragedia. 


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Microrrelato 77.0


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Me llamarán para que baje a cenar en familia, al final de la calle, allí han quedado todos. Yo intentaré llegar de los primeros para coger un buen sitio, cerca de él. Aunque normalmente son doce y se reúnen rutinariamente todas las semanas, casi siempre los lunes, esta vez quieren ampliar el círculo y nos han invitado a unos cuantos para conocernos mejor y poder integrarnos poco a poco. Jesús, al que llaman ‘El Mesías’, la ha denominado ‘La última cena’, y te aseguro que para él lo será…


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Relato 105.0


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Apenas tres meses en el cuerpo, su primera intervención de envergadura, y en punta de lanza. – ¡No te preocupes! ¡No me voy a despegar de ti! – Le gritaba su compañero antes de ponerse la máscarilla para adentrarse en terreno hostil. 

Tumbados, arrastrándose por el pasillo del apartamento avanzavan con decisión. El plano neutro había bajado casi a ras de suelo, por lo que la visibillidad era ya prácticamente nula.

El corazón le latía con fuerza, rápido, bombeando sangre urgentemente por todo su organismo, el momento lo demandaba. La adrenalina por las nubes, sus músculos tensos y la respiración agitada, todo, en su conjunto, hacía que la complicada situación se llevara lo mejor posible.

Todo crujía, sonidos sibilinos alrededor, la temperatura bastante elevada y a cada centímetro que avanzaban se iban encontrando obstáculos inesperados, objetos inservibles en aquel contexto. Pero tenían que llegar.

La información entró clara y concisa: ‘Incendio en vivienda. Quinta planta. Dos personas atrapadas por el fuego, dos niños…’ 

Los padres por suerte o por desgracia, según se mire, habían conseguido salir, aunque algo afectados por inhalación de humo, y desconsolados por no poder ayudar a sus pequeños, bloqueados en el dormitorio donde en aquel fatídico momento se suponía que dormían plácidamente.

Ya, en la cama del hospital, Marco abrió los ojos y lo primero que vio fue una cara desconocida. Era el bombero que le había salvado la vida. Al lado sus padres, con lágrimas en los ojos, tras comprobar que su hijo se recuperaría.

– Me alegra que estés bien. Los médicos dicen que eres un chico fuerte y que pronto estarás pegándole patadas al balón de nuevo, porque me han dicho que juegas al fútbol…-

– ¿Y mi hermana…? –


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Madrid 30.0


maría


Después de hacer el amor, apuraron los cafés, semi sentados en la cama, en silencio, disfrutando del momento.

Encendieron un cigarrillo que compartieron, sin hablar, a la espera de que alguno se decidiera, aunque dicho silencio fuera de lo más reconfortante y placentero.

La decisión no llegó en forma de mutismo roto, fue volver a entregarse a la pasión desenfrenada del sexo. Vincent tomó esta vez la iniciativa, una iniciativa que a María le estaba leyendo el pensamiento.

Se entregó como si de su primera vez se tratara, lo que para él no paso inadvertido durante los más de veinte minutos en los que ella alcanzó tres espectaculares orgasmos.

Exhaustos, ya no quedaba café que apurar, pero si otro cigarrillo que compartir. De nuevo, silencio, se gustaron, saboreando el momento, viviendo un presente que desconoce un pasado que a lo mejor no existía, e ignora  un futuro que poco importaba.

María se incorporó y le dio un cariñoso beso en los labios a Vincent. – No te muevas de aquí. He tenido una idea 

Salió de la cama, se enfundo sus 501, se calzó sus zapatillas y se puso la camiseta que Vinc había dejado a la mano la noche antes – Salgo un momento. No tardo 

– ¿A dónde vas? –

No había terminado de preguntar cuando María ya había abandonado la habitación…


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Relato 3.0


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Mirar un bosque nevado a través de una gran ventana, lejos del mundanal ruido y de gente despreciable, y si no era mucho pedir con una buena novela entre las manos. Ese era el sueño de Roberto. Un sueño que tendría que esperar a cumplir en otro momento de su vida, ya que su presente lo ocupaba un caso de asesinato. Como abogado penalista afrontaba un gran reto, antagónico a su sueño, eso sí, sueño y reto se había propuesto llevarlos a cabo, de una forma u otra, tarde o temprano… 


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Microrrelato 76.0


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Ya tengo los pies fríos. Era un pensamiento más que una sensación, porque sentir, lo que era sentir, había dejado de hacerlo. Un aura la rodeaba, como si su alma intentara escapar, y era cierto, en unos segundos ascendería, o descendería, porque ella siempre insistía en que cuando muriese iría al infierno. En un callejón sucio y oscuro le dieron el ticket de entrada a modo de navajazo. Más frío, que extraño, creí que tendría calor, me dijeron que ardería, y no es lo que hasta ahora percibo. Preguntaré, no vaya a ser que esté equivocada y este no sea el lugar al que pertenezco… 


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Madrid 29.0


ocaso


– No se cómo empezar, pero intentaré no andarme con rodeos –

– Joder Eric, empiezas a preocuparme – Dijo Rachel retirándose la taza de los labios con desesperación.

– Pues sí, es para estar un poco preocupada. Al menos yo lo estoy –

– ¡Anda, ve al grano de una vez! –

– Tu marido sabe lo de tus escarceos amorosos – Aunque fue directo, Eric intentó suavizarlo con un eufemismo.

– Qué escarceos. De qué me estás hablando –

– No te hagas la sueca. Lo sabe y tiene pruebas, entre ellas algunas fotografías tuyas con ‘tu amigo’ 

– No me jodas ¿Y tú como te has enterado? ¿Y por qué vienes a contármelo? Aunque la verdad, pensándolo bien, supongo que tengo que agradecértelo –

– Bueno. Deja las gracias para más tarde. Sinceramente, me gustaría no tener que estar aquí diciéndote esto, en medio de todo este fregado, pero Robert vino a hablar conmigo hace unos días 

– Vaya, yo creía… –

– Si, lo sabe todo, o casi todo, y lo peor es que no lo está afrontado muy bien. Cuando estuve con él me dio la sensación de que anda algo desesperado ante la situación –

– Cuanto lo siento. Lo nuestro lleva mucho tiempo sin funcionar y yo necesitaba… –

– No quiero, ni hace falta que me des ninguna explicación. Lo que si quiero es que me escuches con atención. Me consta que has tenido un importante golpe de suerte por el hecho de que acudiera a mi 

– ¿Por qué dices eso? –

Eric le dio un largo sorbo a su taza de café, y tras dejarla en la mesa, respiró hondo y le cogió la mano a Rachel con un ademán de cariño…


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Relato 2.0


Starbucks


Michael lo presentía, pero ni de lejos se imaginaba el día, que de manera inevitable y fatídica se le venía encima.

Hacía frío, un frío duro y chirriante. El sol lo intentaba, pero le era imposible, y si hubiese podido, habría desistido en el intento de calentar unas calles por las que corría un aire gélido, demasiado para sus rayos tenues y fugaces.

Hoy especialmente necesitaba ese café que tanto disfrutaba todas las mañanas a las seis en punto, y no tanto por su sabor  o por la cafeína, sino por tomar algo caliente que le confortara y a la vez impidiese que fuera medio encorvado y embutido en el anorak.

– Lo tomaré en el coche de camino a la oficina mientras escucho las noticias por la radio – pensó. Enfiló la avenida Pennsylvania en su Chevrolet negro una vez abandonó la cafetería donde Isaac, su barista favorito le sirvió el brebaje lo más caliente que pudo.

El primer sorbo fue reconfortante. Mientras ponía la calefacción, el segundo no pudo engullirlo. No  daba crédito a lo que oía en las noticias matinales, y tampoco hizo falta que el locutor las repitiera, ya que llegando a la altura del 935 casi desfallece. 

– ¿Dónde está el edificio? ¿Qué ha ocurrido? –

Su lugar de trabajo se había convertido en un amasijo de hierro y hormigón amontonados y con un desorden dantesco.

Su instinto le hizo consultar su iPhone – ¡Mierda! Está sin batería. Anoche se me pasó ponerlo en cargar… –


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Madrid 28.0


starbucks


No pegó ojo en toda la noche, hasta que decidió levantarse de la cama, temprano, no había amanecido aún, dejando a María durmiendo. Quizás el insomnio le venía por la impaciencia que tenía por lo que ella le fuera a decir con respecto a la conversación del día anterior.

Intentó no hacer ruido, quería que descansara, era consciente de que ella cogió el sueño tarde, y si todo iba ‘bien’ le gustaría aprovechar el día pateando la ciudad.

A oscuras, se vistió con lo primero que encontró, es decir, con la misma ropa con la que había salido anoche, lo que le importaba un pepino. Agarró su iPhone y la tarjeta de la habitación y bajó a por un par de cafés.

Cuando regresó María estaba dándose una ducha.

– Buenos días guapísima, ¿cómo has dormido? – Le dijo, sin entrar en el baño, alzando el tono de su voz.

– Bastante bien  ¿Y tú? –

– Muy bien. – Mintió para no preocuparla – He traído café –

– ¡Estupendo! Necesito cafeína tanto como necesitaba la ducha. Salgo enseguida –

– Ok. Te espero a que termines –

María salió con una toalla que le recogía el pelo a modo de turbante, y una camisa de Vinc, como únicas prendas sobre su cuerpo, despidiendo un suave y agradable aroma a gardenia. Eso, su descalzo andar sobre la moqueta y una dulce sonrisa, provocó en él un efecto sinérgico que le erizó el bello de la nuca y casi le provoca una erección.

– ¿Y ese café? –

– Toma, aquí tienes –

– Gracias –

Apenas si le dio un par de sorbos, dejó el vaso en la mesita de noche, haciendo lo mismo con el que sostenía Vincent, que hasta ese momento estaba sentado en la cama disfrutando de su cálida bebida. 

Lo empujó suavemente, de manera que quedó tendido. Sin prisas, gustándose, se quitó la toalla que le sostenía el todavía mojado cabello, con un gesto que a él le pareció de lo más sensual, y seguidamente, comenzó a desvestirlo. Vincent con los ojos que se le salían de las órbitas no perdía detalle, y sus manos acompañaron el erótico cuerpo de María cuando esta se puso a horcajadas sobre su pene, duro y erecto, el cual entró en ella de manera placentera, sin dejar atrás ni un centímetro, ayudado por la gravedad y lo húmedo de su sexo…


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