
Fue todo lo sincero que pudo, y sin entrar en detalles demasiado escabrosos que poco bueno podrían aportar, le contó a María esa oscura y turbia vida paralela que hasta ese momento había llevado, y cuáles eran sus intenciones para el día de mañana.
Conforme daba buena cuenta de lo que hacía para ganarse el pan, la cara de ella iba adoptando diferentes expresiones: sorpresa, horror, incredulidad, miedo, lástima… eso sí, durante el tiempo que transcurrió la disertación de Vincent fue incapaz de articular una sola palabra.
Él insistía en su arrepentimiento una y otra vez, en lo que se refería a la mayoría de los trabajos que contrataba. Que antes de abandonar ese lado tan siniestro, daba vueltas alrededor de un círculo vicioso, que más bien parecía un laberinto sin salida, y que la cantidad de dinero que ganaba, le hacía estar ciego ante la realidad.
No intentó justificar todo aquello que había hecho mal, pues cada uno de los encargos que le hacían se sostenían sobre una elección en la que la última palabra la tenía él, autónomo para ejecutar o no.
También insistió que no habría marcha atrás, que estaba dispuesto a cambiar, y que junto a ella pretendía empezar de nuevo. Estaba ilusionado, con ganar de vivir en el lado de la ley en la que la mayoría de la gente suele estar.
Poco a poco había tomado conciencia de que era otro, un hombre que necesitaba renovarse en todos los aspectos, y para ello, la necesitaba.
– Déjame que asimile todo lo que me has contado. Necesito tiempo. Entenderás que no es nada fácil, y que en ningún momento me imaginaba esto de ti. Tengo que pensar. ¡Joder Vinc, me has dejado…! no sabría decirte cómo me siento… ¡Joder! –
g-sayah
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