Tentacles 5.0


Serie 81.0


Detectives VII


Allanamiento de morada, sin ninguna duda. Quien hubiese estado en su despacho no había disimulado un ápice. Todo estaba patas arriba. Cajones por el suelo, cuadros descolgados y rotos, sillones y sillas rajadas, documentos por doquier…

Al detective Anderson le resultó cuanto menos extraño y muy sorprendente. Se preguntó quién podría actuar tan rápido, si apenas había iniciado la investigación, las primeras pesquisas del caso. Qué persona tendría tanta información o que poderosa organización estaría detrás de aquello. Lo que no le cabía ninguna duda era la relación que había con el asesinato de Lisa, por lo que sus sospechas podrían confirmarse: Su difunta clienta manejaba o habría poseído algún tipo de información que alguien no quería que saliera a la luz, y ahora, habían puesto los ojos en él, creyendo que dicha información podría estar en sus manos.


G. Sayah

‘La Arcadia del asesino 9.0’


Fjallbacka I


Apoyados en la máquina de café que había en el pasillo donde estaba la habitación en la que se encontraba la última víctima que había sufrido el ataque del sociópata que atemorizaba Fjallbacka, Minna y Eric, esperaban a que el médico saliera y les informara.

El hospital estaba inusualmente tranquilo esa noche, todo lo contrario que las calles, que rezumaban un ambiente agitado y lejos de lo que podría denominarse sereno o plácido, como deberían ser las noches por esa época.

Lo que pudieran hablar con la chica agredida sería crucial para la investigación, o al menos bastante importante, ya que el agresor en su forma de actuar había seguido las mismas pautas que en los asesinatos anteriores, salvo por esto último, no había llegado a consumar el homicidio. Algo habría sucedido en el encuentro entre víctima y verdugo, que en el instante final hizo que a este se le hiciera imposible consumar la muerte de la joven. De ahí la importancia que tenía el hablar con ella. Se había convertido en la principal baza para avanzar en el caso, era su principal testigo.

En silencio, pero con la mente sincronizada, los inspectores sorbían del asqueroso café que aquel trasto le había soltado en un vaso de papel, cuando el médico salió de la habitación en la que estaba siendo tratada la paciente.

– Hola doctor. Qué hay de nuevo. –

– Buenas noches. En líneas generales no muy malas noticias. Se encuentra estable, bastante dolorida pero su estado no es grave. Se ha despertado aunque le acabo de suministrar un calmante y algunos analgésicos para que el dolor no le impida descansar. Es posible que le asigne un terapeuta para darle apoyo psicológico, ya que el trauma ha debido ser fuerte y lo va a necesitar. Por cierto, ¿han localizado a su familia? –

– Estamos en ello. ¿Podemos hablar con ella? –

– En principio si. Si ella se siente con ánimo por mi parte no hay problema, pero no la agobien demasiado. –

– Entendido doctor. No se preocupe. Seremos breves y no la molestaremos más de lo necesario. Muchas gracias. –

– De nada. Si me necesitan, estaré por aquí hasta mañana. Adiós. –

– Hasta luego doctor. –


G. Sayah

Tentacles 4.0


Serie 81.0


Fotografía 81.3


Se encontraba ahora ante un dilema de índole moral: dejar el caso, puesto que su cliente había muerto, por lo que tendría que olvidarse de sus honorarios, o por el contrario, investigar dicha muerte e indagar en los presumibles y oscuros motivos por lo cuales fue asesinada Lisa.

Optó por lo segundo, así que de camino a su despacho, mientras conducía, hizo uso del manos libres para telefonear a un viejo amigo del FBI que le debía algún que otro favor.

– Hola Jones, que tal estás. Necesito que me eches una mano con la investigación en la que estoy trabajando.

– Qué hay Andy. De qué se trata.

– Me gustaría que averiguaras lo que pudieras sobre las actividades empresariales de una compañía llamada V&B Entrerprise.

– Vale, perfecto. Tomo nota. En cuanto sepa algo te llamo. Dame un par de días que ando algo liado.

– Muchas gracias Jones. Cuídate.

– Igualmente Andy. Un abrazo.

Cuando llegó a la oficina se llevó una desagradable sorpresa…


G. Sayah

Tentacles 3.0


Serie 81.0


Fotografía 81.2


En su primera entrevista ella le comentó que cuando volvía a casa después del trabajo, notaba como si alguien hubiera estado allí. Trazas de un ligero olor a perfume resaltaban en el ambiente, objetos ligeramente movidos de su lugar original… Al principio no le dio mucha importancia, pero cuando detectó que en su despacho también había notado registros en su mesa y en su Mac, empezó a tomárselo más en serio.

El detective aceptó el caso. Le comentó que se pondría en ello de manera inmediata, no sin antes darle un consejo y hacerle una simple pregunta:

– Cambie la cerradura en la puerta de su apartamento o al menos ponga una segunda. –

– Esta bien. – Contestó Lisa.

– ¿Sabría decirme si alguien podría buscar en su entorno profesional algún tipo de información que en el caso de que se filtrara y cayera en ciertas manos pueda hacer que se tambaleara el mercado financiero?


G. Sayah

‘La Arcadia del asesino 8.0’


Fjallbacka


Volvió a abrir los ojos, y la oscuridad junto con el nauseabundo olor habían desaparecido para convertirse en una luz reparadora y un aroma hospitalario.

Un simpático enfermero la puso en antecedentes. Dónde estaba, como la habían encontrado…  le dijo que no se preocupara, que su estado de salud no revestía una especial gravedad, que a pesar de las visibles heridas, en general no sufría daños importantes. no entró en más detalles, – para eso vendrá el doctor. – Le dijo ante las continuas preguntas de la confundida paciente. Le administró un calmante y la dejó descansando.

Cayó en brazos de Hipnos durante un par de horas, y cuando despertó tuvo la terrible sensación de no recordar muchas cosas. Eran como lagunas que ocupaban parte de su cerebro, desplazando hechos y lugares que debían estar ahí, que tenía la certeza de que habían ocurrido, situaciones que no era capaz de reconstruir.

– Buenos días Erika. Soy el doctor Larson. Qué tal se siente. – Dijo el médico nada más entrar en la habitación y colocarse al lado de su paciente.

– Hola doctor. Bastante dolorida y un poco desorientada. –

– Es lo normal en estos casos. Permítame antes que nada decirle que a pesar de todo ha tenido suerte. La confusión que sufre es debido al trauma físico. Tiene un golpe en la cabeza, lo que le ha producido una conmoción, de ahí también los posibles episodios en blanco que seguro que está experimentando con los recuerdos a corto plazo. –

– En efecto doctor. No consigo acordarme de casi nada. –

– No se preocupe, poco a poco lo irá recordando todo. Por otro lado, las heridas que tiene en muñecas y tobillos, es de haber estado atada durante varias horas, son bastante superficiales y no tardarán en curar. Estoy a la espera de que me pasen los resultados de las pruebas que le hemos realizado, aunque no creo que nos aporten más de lo que ya sabemos, lo que es bastante positivo, así que posiblemente en un par de días estará en casa. En unas horas pasaré de nuevo a verla. Por cierto, hay una par de inspectores de la policía esperando fuera para hacerle unas preguntas, y si se siente con ánimo, por mi parte no hay inconveniente. –


G. Sayah

Tentacles 2.0


Serie 81.0


Fotografía 81.1


…Se encontró la puerta del apartamento entreabierta y su mal presentimiento se plasmó en realidad. Inmóvil, en decúbito supino, el cuerpo de Lisa yacía en el suelo junto a un gran charco de sangre. Los ojos abiertos de par en par buscaban en el techo el desenlace sorprendente de lo que sin duda no se esperaba: su final.

A la vez que marcaba el 911, el detective Anderson se inclinó para observar más de cerca el estado de la mujer que días antes lo contratara para averiguar quién estaba detrás del acoso que creía estar sufriendo.

Presentaba un único golpe en la cabeza, pero lo bastante certero para provocar su muerte casi de manera instantánea…


G. Sayah

Microrrelatoser 35.0


La muerte I


Con los pies a remojo mientras pescaban, madre e hija compartían un silencio embriagador, roto solamente por el zumbar de las cigarras. El calor sofocante y pegajoso no daba tregua en aquel verano del noventa y tres, y gracias a la sombra de un pinsapo y el agua fresca que bajaba tintineante de la serranía, podían aguantar el tipo mientras esperaban pacientes que alguna trucha picara.

– Mamá. –

– Dime amor mío. –

– ¿Te acuerdas de la primera vez que papá nos trajo aquí…? –


G. Sayah

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