Madrid 3.0


El Guernica


Decidieron dar un largo paseo hasta el Reina Sofía. Vincent se moría de ganas por volver a ver el ‘Guernica’, y de paso bajarían un poco el suculento desayuno.

– Una mezcla de alimentos tan sencilla y lo increíblemente deliciosa que sale una vez terminas de elaborarla. Patatas, sal, huevos y por supuesto aceite de oliva, me parece algo mágico. –

– Mañana si quieres repetimos. – Dijo María sin poder evitar una sonrisa.

– Creo que es una buenísima idea. –

Allí estaba, delante de él, por fin. En todo su esplendor, esa obra maestra creada por un genio en tiempos difíciles. No se cansaba de admirarlo, con los ojos como platos, atónito y con los cinco sentidos puestos en aquel mural, como esperando que de un momento a otro salieran sonidos y olores de una guerra pasada, un conflicto que había abierto heridas que incluso hoy en día permanecían abiertas.

– Es impresionante ¿verdad? – Susurró ella.

Absorto, Vincent, consiguió asentir con la cabeza al tiempo que sentenciaba… – María, voy a dejar mi actual trabajo. –


G. Sayah


 

Poeta en Nueva York 20.0


Relato 122.0


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Ayer, sorprendentemente, vi la luz. Sumido en la más absoluta oscuridad durante largo tiempo, lo más parecido a lo interminable, por fin un halo de optimismo iluminó mi ser. 

Entre el caótico tráfico, en medio del bullicio callejero, bajo una nociva boina de polución que absorbe el aire para alimentarse, arañando poco después mis pulmones de manera gratuita, paseaba bajo estos, mis amados árboles de cemento y acero, cuando contemplé a un ángel. 

Su blanco rostro, 

bello, sugerente.

Ojos esmeralda

con mirada penetrante.

Mágico cabello

acariciado por el viento.

Montes exultantes 

sobre su pecho,

acompañan

curvas perfectas,

curvas eróticas

en su andar elegante…

Un día que no olvidaré. Quizás fuese el principio de un fin…


G. Sayah


 

Madrid 2.0


Madrid I


Durmió plácidamente, como un bebé. Después de la tensión de los últimos días en el trabajo y enlazar el vuelo transoceánico sin haberse dado unas horas de descanso, esa noche Vincent lo hizo de manera plácida.

Eran las ocho y media de la mañana cuando entro en el baño para darse una buena ducha. Había quedado con María a las nueve para desayunar no muy lejos del hotel en el que se alojaba.

– Hola Vinc. ¿Llevas mucho rato esperando? –

– Hola. Para nada. Acabo de llegar. –

– Buenos días. Veo que ha llegado la compañía que esperaba. – Comentó un simpático camarero que les tomó nota.

– ¿Qué te apetece que hagamos hoy? ¿Has pensado en algo? –

– En principio tomarme el café contigo, que es un placer. Por cierto, no te he dicho que estás guapísima. –

– No empieces que te conozco, aunque lleve tiempo sin verte. –

– En serio, lo estás. –

– Muchas gracias. –

– Pues lo dicho, cuando nos tomemos el cafecito, me dejo llevar, así que te va a tocar hacer de Cicerone. –

– Vale. No había pensado nada, por lo que si te parece bien, te llevo a una tasquita cerca de aquí, donde ponen unos pinchos de tortilla que están de muerte y mientras comemos, ya se nos ocurrirá algo. –


Pincho de tortilla


– Me parece perfecto. Ya estoy deseando de hincarle el diente a la tortilla.- Dijo Vincent esgrimiendo una sonrisa a la vez que arrancaba una carcajada de María.


G. Sayah


 

Poeta en Nueva York 19.0


Relato 121.0


People walk along a pedestrian street in downtown Shanghai


Me queda un regusto amargo en la boca cuando miro a mi alrededor y veo este lugar, tan desigual, insolidario y bastante cruel. Un lugar repleto de infames puebluchos que te hipnotizan, haciéndote deambular sin conciencia, hacia no sabemos donde, de manera autómata, sumiéndonos en una rutina circular, viciosa. Una zafia sociedad envilecida por el egoísmo y un sálvese quien pueda, deposición de un país gobernado por villanos que, con los bolsillos repletos, proclaman hipócritamente que todo va bien. Como diría el poeta, ‘si fuese joven me iría a vivir a otro sitio.’


G. Sayah


 

Relato 91.0


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Un asesino implacable, meticuloso, concienzudo, limpio e insaciable. Consciente de lo que era, no podía evitar serlo, un psociópata elevado a la máxima potencia matemática, que había perfeccionado su método hasta límites insospechados a lo largo de los años.

Al principio, la necesidad de matar no era muy acuciante, pero cuantas más víctimas caían en su siniestra red mental, menor era el tiempo que transcurría entre un crimen y otro.

Y es que la sensación placentera que experimentaba una vez consumado tan sangriento acto, era inigualable, una rebosante emoción difícil de comparar con cualquier otro tipo de suceso vivido en su día a día rutinario.

Sabía que tarde o temprano lo descubrirían, pero no podía dejar de hacerlo, era superior a sus fuerzas, por lo que tenía claro que no pararía, y además, había algo que jugaba a su favor, estaba convencido sin ningún tipo de dudas, que lo que estaba haciendo era una ‘limpieza selectiva’. Sin escrúpulos y sin remordimientos, dormía cada noche como un bebé, con la conciencia muy tranquila.

Xenófobos, pederastas, políticos corruptos, maltratadores, violadores, extorsionadores… eran los que pasaban a mejor vida si se cruzaban en su camino.


G. Sayah


 

Madrid 1.0


Madrid II


– Me sorprendió muchísimo tu llamada. La verdad es que después de más de dos años sin saber de ti no esperaba volver a verte. –

– Lo siento. He estado bastante ocupado con el trabajo. Espero no haberte importunado al hacerlo. He cogido unos días de vacaciones y me apetecía venir a Madrid y estar contigo, salvo que no quieras o no puedas.-

– ¿Para cuántos días vienes? –

– Tengo el billete de vuelta en diez días, pero si no me surge nada importante podría quedarme algún tiempo más.-

– Yo podría pedir permiso en el trabajo. Me deben bastantes horas y puedo cambiarlas por descanso en vez de cobrarlas. Claro, eso si a ti te va la idea de que te acompañe en tus vacaciones. No quiero malentendidos. –

– Estaría encantado. Nada me gustaría más que disfrutar de la ciudad contigo, como en los viejos tiempos. Por cierto, ¿hay alguien en tu vida que pueda molestarle mi presencia? –


Starbucks


– Nada serio. No te preocupes. – Contestó María esbozando una sonrisa y guiñándole un ojo. – Voy a llamar a la empresa. – Sacó el iPhone de su bolso y se levantó para hablar. Mientras, Vincent se reclinó en aquel cómodo sofá del Starbucks de la T-4 donde tomaba un delicioso café con aquella chica que tan buenos recuerdos le traía. Habría apostado que no lo recibiría de buena gana después de tanto tiempo sin dar señales de vida, aunque con lo poco que había hablado con ella, tenía la sensación de que se equivocaba. – Creo que llamarla ha sido una buena idea. – Pensó en voz alta. Decidió no darle más vueltas al asunto. Intentaría recuperar con ella tiempo y recuerdos, pasarlo bien y desconectar lo posible de su vida profesional.


G. Sayah


 

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