microrrelato_7.0


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vida…


8 de diciembre de 1980. En su pequeño apartamento neoyorquino envolvía regalos prenavideños mientras esperaba a que sus hijos llegaran para cenar.

8 de diciembre de 1977 – cariño, bajo al 7-Eleven de la esquina a comprar un par de cosas, no tardo – Esas serían las últimas palabras que de su amado esposo oyera.

Una calle mal iluminada, un paso de peatones torpemente colocado, un conductor ebrio… un cúmulo de coincidencias mortales que hicieron posible sesgar una vida. Una vida plena, feliz, llena de ilusiones y proyectos, de amor, por la familia, por los amigos…

El sonido de la puerta le arrancó la nostalgia de sus pensamientos…


g_sayah


madrid_67.0


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– Espero que el vuelo haya sido de su agrado –

– Lo ha sido, gracias –

– Me alegro. Siéntese por favor –

El autor de aquella primera misiva lo había organizado todo de manera que aprovechando una corta estancia en Madeira, donde tenía una espléndida residencia de verano, su avión privado recogiera a Vincent en Madrid, con la idea de mantener la reunión acordada días antes. Aquella propiedad era cualquier cosa menos modesta. Seguramente una de las mejores de la isla. 

La única condición que puso Vinc fue que tendría que estar de vuelta antes de que María saliera del trabajo, eso, y que en dicha cita, lo único que haría sería oír la propuesta, nada de una respuesta inmediata, la decisión tendría que sopesarla.

Uno de los sirvientes le preguntó si quería tomar algo. 

– Café solo, por favor –

– Enseguida señor –

No tardó ni dos minutos en volver con el brebaje. Su anfitrión ya estaba bebiendo, Whisky con hielo, a pesar de la temprana hora. Esperaron a estar solos y fue este último el que comenzó a hablar sin ambages.

– Hoy en día se puede confiar en poca gente, y yo confío en usted. Lo que le pido se lo encargué previamente a un amigo, o eso creía yo, que lo era, por lo visto me equivoqué. Acudí a él para que matara a mi mujer, no lo hizo, me estuvo mintiendo y además tengo la certeza de que ambos han escapado juntos, por lo que quiero que los encuentre y los liquide. Me da igual cómo lo haga, usted es el profesional, siempre y cuando no deje huellas que puedan rastrearse e implicarme en un futuro. Usted le pone los ceros a la cifra que quiera cobrar por el encargo…


g_sayah


relato_12.0

 


Fue un invierno especialmente duro, y no en lo referente a la climatología, que también, sino porque apenas hacía dos meses que había fallecido su mujer. Tardaría en asimilarlo, pensaba Ethan, es más, tenía una la terrible sensación de que no lo haría.

John, su mejor amigo, le comentó un día que la muerte de un ser querido con el que estás habituado a convivir diariamente no se supera, sino que aprendes con el tiempo a llevarlo lo mejor posible – Siempre estará presente – me decía, cuando ya habían transcurrido varios años desde que su padre falleció. Anthony, que gran hombre. Todavía lo recuerdo sentado en su rincón de leer, como él lo llamaba,  en un confortable sillón con una novela en sus manos bajo la tenue luz que le proporcionaba una vieja lámpara, y su  inseparable bufanda gris antracita en el cuello. Mirándome por encima de sus gafas negras,  me ofrecía un café con la condición de que yo le preparara el suyo, y como un ritual, compartíamos un rato de conversación, casi siempre en torno a la literatura o al cine.

De camino a la tienda de ultramarinos del pueblo, hacía mentalmente un esfuerzo por recordar qué compraría para rellenar el frigorífico – Ya estoy otra vez – y es que no podía dejar de pensar en ella. Era Vanessa la que se encargaba de hacer la compra y cocinar  ¡Y como lo hacía! Era maravilloso verla entre fogones y utensilios, destilando una pasión inusitada hacia los alimentos que elaboraba con tanto cariño. Todavía podía percibir esos aromas a especias de todo tipo con las que aderezaba sus comidas. Manjares que luego compartíamos juntos acompañados de un buen vino.


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Casi la convenzo para abrir un pequeño restaurante, donde serviríamos a pocos clientes. Familiar y acogedor, con pocas mesas. Hubiésemos disfrutado el uno del otro a la vez que dábamos rienda suelta a una de sus pasiones. Era un sueño, dejar nuestros respectivos trabajos y de esta forma pasar más tiempo juntos, que en el fondo era lo único que nos importaba. 

De repente lo embargó un profundo sentimiento de tristeza y pensó que ella no querría verlo así.

No paró en la tienda. Pasó de largo y se dirigió a casa – Es hora de cumplir con uno de los sueños que nos propusimos – Lo primero que hizo fue llamar a su amigo – Hola John, cómo lo llevas. ¿Te importaría llevarme al aeropuerto? Si, ahora. Pues no lo sé aún. Estupendo, en casa te espero –

Cogió su mochila donde metió una muda de ropa, el Mac, una novela inacabada y su Moleskine.

Mientras esperaba a John, se sentó en una desvencijada mecedora que Vanessa restauró en su día y se fumó un cigarrillo mirando a su alrededor y pensando que con un poco de suerte tardaría en volver, es más, intentaría no hacerlo…


g_sayah


madrid_66.0


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María encendió un cigarrillo y le dio dos profundas caladas antes de decirle a Vincent que por mucho que se estrujara el cerebro, no entendía las dudas que lo asaltaban. Lo intentaba pero no lo conseguía.

– Habías tomado una decisión, ¿no?. Romper con todo y empezar de nuevo –

– Es cierto, pero no sé por qué, necesito saber de que se va este asunto. Puede que sea mera curiosidad o a lo mejor es que hay algo dentro de mí que me hace actuar así, y que posiblemente explique lo que en realidad soy, cosa que por otro lado no creo que sea nada bueno. Lo siento. Hace unos días pensaba que lo tenía claro, gracias también a ti, por supuesto, pero hoy la incertidumbre me corroe 

– ¿Y qué vas a hacer? ¿Qué te propones? –

– No lo sé. Quizás no esté preparado aún para dejar de hacer lo que hacía, abandonar mi sórdido pasado, lo que me jode bastante 

– Veo que no tienes nada claro lo que le vas a decir al tipo de la carta cuando te llame 

– Pues no, la verdad es que no, y lo siento muchísimo. – Volvió a disculparse Vincent.

Solo ellos ocupaban una de las mesas de la cafetería que tanto frecuentaban últimamente, no había nadie más, lo que le confería a la situación algo de intimidad. Vincent sorbió de su taza mirando a María con impotencia y una sensación de culpabilidad empezó a inundarle por dentro. Sabía que le estaba haciendo daño. Ella con la mirada perdida no se dio cuenta de que el cigarrillo se le había consumido entre los dedos…


g_sayah


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