Relato 5.2


cajafuerte


El Sr. Smith entró en el ascensor haciendo un ademán con la mano a modo de despedida y con una tímida sonrisa en los labios. posiblemente dicha sonrisa, lejos de tener un fondo de bienestar,  albergaba un halo de esperanza.

– Está bien Penny, me da en la nariz que este caso no va a ser nada fácil y que requerirá más atención y más recursos que cualquier otro ¿Te parece si nos tomamos el resto del día libre? Yo por lo menos necesito descansar, de lo contrario no tendré la mente al cien por cien para empezar mañana con esta historia –

– No lo veo mal. Aprovecharé la tarde para cerrar un par de asuntos personales que tengo pendientes desde hace tiempo antes de meternos de lleno con la investigación –

– Estupendo. Pues no se hable más. Te veo mañana entonces –

Mike cambió de opinión con respecto a su aseo personal y en vez de hacerlo en el despacho, lo haría en casa tranquilamente, aunque eso sí, sin demorarlo más, porque a la vez que retrasaba la ducha, aumentaban sus olores corporales.

Salió del baño, y medio mojado aún, se dirigió a su reducido vestidor. Bien afeitado, embadurnado en bodymilk y con un agradable aroma a Egoist Platinum, uno de los pocos lujos que sus esmirriados ingresos como investigador privado se permitía.

Encendió un cigarrillo mientras cogía la ropa: jeans azules con rotos a la altura de las rodillas, camiseta y perfecto negro, zapatillas casual color mostaza y su gorra de los Yankees.

Terminó de vestirse a la vez que le daba la última calada al Marlboro y se cepilló los dientes como marcan los cánones odontológicos antes de dirigirse de nuevo a su estómago – Amiguito, nos vamos a deleitar con un gran desayuno –

Utilizó el metro para ir a la 34th, donde su amigo Armando, mejicano de nacimiento pero nacionalizado estadounidense desde hacía más de veinte años, regentaba un restaurante en el que Mike se sentía como en casa, no solo por la comida, que era exquisita, sino también por el trato que recibía, familiar y cálido, en un ambiente tranquilo y acogedor.

– Buenos días Armando. Cómo va eso… –


g-sayah


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No daba crédito. No se lo podía creer. Aquella figura que conforme se iba acercando le sonaba cada vez más, era Eric. Pero qué estaba haciendo aquí, para que habría venido. No pudo evitar preocuparse, una sensación que la embargó interiormente e hizo que se le formara un nudo en el estómago. Casi paralizada, ni siquiera se levantó cuando él llegó a su altura.

– Eric, ¿qué haces aquí? –

– Hola Rachel, cómo estás. Yo también me alegro de verte. –

– Lo siento, no pretendía ser grosera, es que me sorprende muchísimo tu presencia. ¿Es qué ha pasado…? –

– Perdona que te interrumpa. Antes de que sigas, quiero que sepas que no pasa nada, y que no tienes porque preocuparte, mi idea no era inquietarte, más bien pretendía sorprenderte gratamente. –

– Y lo has hecho, pero no he podido evitar imaginarme que hubiera ocurrido algo malo. –

– Pues no, insisto. No te preocupes. Así que empecemos de nuevo y dame un abrazo de bienvenida. –

Eric volvió a preguntarle a Rachel cómo estaba a la vez que la abrazaba y le daba un cariñoso beso en la mejilla. Esta le respondió que muy bien, aunque un tanto aburrida y un poco cansada de estar tanto tiempo sola.

– No estoy acostumbrada, ¿sabes? –

– Me lo imagino. Estás más guapa desde la última vez que te vi. –

Ella se ruborizó, y para disimularlo insistió en cuál era el motivo de su inesperada visita. 

– Si te parece te lo cuento mientras nos tomamos un cerveza en algún sitio donde dé la sombra. Me muero de sed y tengo muchísima calor. –

– Vale. Supongo que estarás deseando de quitarte por lo menos la americana de ese traje tan oscuro y tan elegante que te has puesto para caminar por la arena. – Dijo Rachel con sarcasmo, a lo que Eric respondió con una sonora carcajada…


g_sayah


Relato 5.1


ascensor


…Terminó de tomarse un café que le sirvió una agradable camarera con rasgos asiáticos en la cafetería que había enfrente del Solita Soho Hotel. Estaba deseando de llegar a su apartamento para dormir un rato y justo cuando subía en su desvencijado Golf del año 79 recibió un mensaje de Penny,  su socia – te está esperando aquí un posible cliente, en el despacho –

Decidió ir directamente a ver quién lo esperaba y qué tipo de trabajo necesitaría de él como investigador. No pasó por el apartamento, aunque bien le habría venido una buena ducha y ropa limpia. Pensó que se adecentaría un poco en la oficina. Allí disponía de un pequeño aseo y alguna que otra muda para estas ocasiones.

Aparcando en el garaje del bonito rascacielos que albergaba su diminuto despacho, percibió un sonido que venía de su estómago, cuando cayó en la cuenta de que no comía nada desde el día antes por la mañana – ¡Joder! este maldito trabajo le pone muros a la gastronomía. De momento te conformarás con el café – le dijo a su ruidoso aparato digestivo.

Se subió en uno de los ascensores estilo art déco y pulsó el número 34, planta que albergaba su reducto profesional.

Allí lo esperaban su socia y un tipo de mediana edad, impecablemente vestido, pelo moreno e hirsuto, cara bien afeitada que resaltaba una nariz afilada y una barbilla delgada. Buen aspecto en general, sin embargo, sus ojos rezumaban un halo de tristeza que posiblemente sería consecuencia del motivo que lo traía.

– Hola Mike, buenos días. Este es el Sr. Smith –

– Encantado Sr. Smith. Disculpe mi aspecto, ha sido una noche dura – 

– Tanto gusto, y no se preocupe. Por favor llámenme David –

– Estupendo. Bueno, sentémonos y si le parece nos cuenta en que podemos ayudarle 

El Sr. Smith les contó que hacía ya dos años de la desaparición de su único hijo, que por aquel entonces contaba con siete. Que todas las fuerzas policiales que trabajaban en dicha desaparición ponían todo su empeño, pero hasta el momento la búsqueda había sido infructuosa, y que claro, con el paso del tiempo todo se había ido enfriando, y aunque el caso no estaba cerrado ni mucho menos, evidentemente no se le dedicaban los mismos recursos.

La intención del Sr. Smith era que trabajaran para él intentando encontrar a Alex, así se llamaba el chico, de manera independiente a la labor policial que cada día era más exigua. Les facilitaría la documentación existente sobre la investigación, gracias a un contacto que decía tener en el FBI. Él colaboraría por supuesto en todo lo que hiciera falta y estuviese a su alcance, e hizo especial hincapié en que no se preocuparan por el dinero  – El amor por un hijo no tiene precio – decía con unas incipientes lágrimas en los ojos. El amor y una gran fortuna familiar, de las mas poderosas del país.

No lo pensó, y tras cruzar una breve mirada de complicidad con su socia aceptaron el caso.

– Esta bien David. Si le parece, mañana a primera hora nos vemos para que me facilite todo el material del que podamos disponer en lo referente a su hijo y nos ponemos manos a la obra –

– Me parece perfecto –

Antes de irse y para sorpresa de ambos, les hizo entrega de un cheque con seis cifras – Para cubrir los gastos que vayan surgiendo –

– No es necesario aún David –

– Por favor, insisto –

Mike pensó que un trabajador bien pagado, es un trabajador contento, y que una persona que trabaja contenta, rinde más y mejor – está bien –

El Sr. Smith entró en el ascensor haciendo un ademán con la mano a modo de despedida y con una tímida sonrisa en los labios. Es posible que dicha sonrisa, lejos de tener un fondo de bienestar, albergara un halo de esperanza…


g-sayah


Reflexión 14.0


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Se va a estrellar y no será por su culpa. La culpa es de un sistema podrido, de enchufados y ladrones, de listillos y sinvergüenzas, que sin escrúpulos no dejan títere con cabeza. Están esquilmando el país, un país que socialmente estancado debería mirar hacia el norte geográfico del hemisferio, donde la realidad social y política es bien distinta. Haciendo un medio uso de la expresión teatral, – aquí roba hasta el apuntador – incluso los que tienen ‘sangre azul’. ¡Increíble!

Por más que la eche de menos y antes de que se estrelle, la animo a que abandone este barco que se hunde por momentos…


g-sayah


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