madrid_65.0


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– Siento el retraso. ¿Llevas mucho esperando? –

– En absoluto. Prácticamente acabo de llegar 

– Anoche tardé en quedarme dormida y esta mañana me he tomado la licencia de retozar entre las sábanas un buen rato, y cuando me vine a dar cuenta se me había echado la hora encima 

– ¿Pero has descansado bien? –

– Estupendamente 

– Me alegro. Disculpa mi atrevimiento pero he ido pidiendo el vino ¿Te apetece? –

– Por supuesto 

Tomaron un par de copas mientras ojeaban tranquilamente la carta y elegían los platos para el almuerzo. Ella, ensalada de remolacha, rúcula y parmesano, él, risotto de setas y tomate seco.

Ya con el postre en la mesa, fue Rachel quien sacó el tema del día anterior. Vincent por su parte, estaba impaciente por lo que ella podría decirle. Fue directamente al grano diciéndole que estaría encantada de que su recuperada amistad avanzara poco a poco, y que la idea de ir compartiendo momentos encaminados hacia un futuro le atraía bastante, que lo bueno que había y que pudiera llegar superaba con creces sus dudas y sus temores.

Vinc, emocionado, y como si juguetonas mariposas revolotearan en el interior de su estómago, tomó la mano de ella, y con la otra alzó su copa. Entonces, por nosotros y por lo que el destino nos tenga deparado… 


g_sayah


microrrelato_6.0


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el_abuelo


El traje era auténtico, colgado en el fondo del armario, viejo pero nuevo, antiguo pero con tintes vanguardistas, aún conservaba un intenso olor a naftalina. Prenda abolenga que le traía recuerdos, nostalgia de una niñez lejana y perdida en su memoria.

Las canicas, la mosca, la lima, los cromos, esa pelota de trapo, porterías improvisadas donde meter un gol a un portero protestón porque “no valía pegar rajonazos”. 

Plazoleta de la que formaba parte su abuelo , con rostro curtido y semblante cansado, repartía los caramelos que extraía del bolsillo de ese mismo traje, mientras esbozaba una sonrisa noventayochista…


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madrid_64.0


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La dejó en la cama medio dormida, se dio una ducha y puso la cafetera. Cuando se levantó, sirvió dos tazas y encendió un cigarrillo que compartirían.

– ¿Has dormido bien? –

– Como un bebé – Respondió María bostezando y con los ojos todavía somnolientos, a la espera de que la cafeína fuera haciéndole efecto.

– Tengo que contarte algo y creo que es importante, por lo que necesito que te espabiles. Me gustaría conocer tu sincera opinión. – Le dijo sonriendo.

Vincent le contó lo de la carta que le había llegado días antes. Le explicó su contenido y la evidente conexión de este con su truculento pasado, y que no se explicaba cómo, de repente, se encontraba medio sumergido en una mar de dudas.  

– Con unas simples líneas, mis pretéritos actos me han golpeado con dureza, y ahora la verdad es que necesito que me eches un cable, te necesito… –

María se quedó desconcertada, incapaz de articular palabra. No esperaba una cosa así, por lo que con la idea de ganar tiempo para ofrecerle una respuesta a Vincent, le rogó que le diera unos minutos para ducharse. Mientras digeriría la noticia. Él le comentó que sin problemas y que se iría vistiendo para salir a dar un paseo y tomar el aire si a ella le apetecía…


g_sayah


relato_11.0


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Se encontraba en el suelo de su dormitorio, los ojos muy abiertos, con una mirada hierática y fría en dirección al techo. Su pelo recién peinado, rubio como el oro y un rostro bello con un cutis limpio y aterciopelado, producto de caros tratamientos de belleza.

Todo en su conjunto hacía inapreciable la realidad. Solo cuando me acerqué un poco más pude ver un hilillo de sangre en la comisura de sus labios.

No parecía real, pero sí, no estaba dormida, estaba muerta. Se había sumido ya en el sueño eterno. 

– Detective Sánchez, no parece que hayan forzado la entrada –

Salí rápidamente de mis pensamientos y elucubraciones para centrarme en la escena del crimen.

– Es lógico pensar que conocería a su asesino, ¿no crees Javier? –

– Es lo más probable. Tiene un orificio de bala en el pecho y no aprecio orificio de salida, posiblemente de un treinta y ocho, y no hay signos de que sea un robo, no hay nada revuelto y todo parece estar en su sitio, salvo la vida de Irene, así es como se llamaba. Aquí tienes su carnet de conducir 

– Irene García, natural de Lugo, treinta y tres años… ¿Qué haces tan lejos de tu tierra? ¿Qué te traería aquí? –

– Está bien Javier, ponte en contacto con su familia, yo iré a comisaría a terminar el informe del caso que cerramos ayer y a poner al jefe al día sobre lo que tenemos de este. Dejemos trabajar a la científica. Por cierto, tutéame y llámame Rubén, por favor 

Aprovechó el camino en coche para telefonear a su hijo. Hacía ya varios días que no lo veía, y aunque hablaban a diario, eso no quitaba que le echara de menos.

Desde su divorcio con María había pasado de una vida ‘normal’ y medianamente ordenada, a un caos que le estaba resultando muy difícil de gestionar.

Le tranquilizaba pensar que Pablo, su hijo, era un tío responsable y buen estudiante, y aunque habían perdido bastante el contacto físico, su relación lejos de deteriorarse, había entrado en una etapa de complicidad y cariño hasta ese momento inédita, y que le hacía sentir mariposas en el estómago.

Cuando terminó de hablar con Pablo, su iPhone sonó advirtiéndole que tenía una llamada perdida de un número desconocido. Marcó a ver quién podría ser y después de dos tonos, una desconocida voz le dijo… – ¿Detective Sánchez? – Si, dígame – Soy el novio de Irene. Tenemos que hablar…


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