‘Un lugar como otro cualquiera…’
Generalmente vivimos adaptándonos a un entorno: un trabajo, el barrio en el que residimos, la familia, grupos de amigos si eres afortunado, una rutina que nos hace compañía, y en la que más o menos nos encontramos cómodos. Entonces, de vez en cuando nos asalta una sensación de agobio, puede que aparezca ese mal que llamamos ‘estrés’, por lo que necesitamos un cambio, posiblemente unas vacaciones, una escapada de fin de semana, o por qué no, que nos toque la lotería…
Si ampliamos nuestra perspectiva y somos capaces de salir de ese círculo vicioso en el que el día a día nos tiene atrapado sin que nos demos cuenta, seguro que somos capaces de ver que nos pueden venir bien algunos cambios, incluso, podemos apreciar que en muchísimas ocasiones estamos viviendo una vida que no es la que un día soñamos con tener, como si dicha vida no fuera la nuestra.
Ante todo esto, podríamos plantearnos crear parte de ese todo que nos rodea, el mencionado entorno en el que nos movemos, que sea el espacio por el que transitamos el que se vea obligado a moldearse, obligado por nuestros movimientos, por nuestros gestos.
Nadie dice que sea fácil, pero es un riesgo que si nos atrevemos a correr, puede reportarnos calidad, puede hacer que la realidad se distorsione en pos de una felicidad individual, que por ende, revertirá en todas aquellas personas que nos rodean, sucediendo inevitablemente lo mismo de manera recíproca.
Leer un libro, descubrir nuevas recetas, nutrirse de personas que apuesten por ‘vivir’, oír, recuperar olores que alguna vez nos cautivaron, amar, abrir los ojos ante un nuevo día…
Ampliar nuestra ‘zona de confort’, que sin darnos cuenta poco a poco se reduce, nos atenaza, se muestra pesada… Experimentar, arriesgar…
g-sayah