Reflexión 4.0 – reload –


Copenhagen


‘Un lugar como otro cualquiera…’

Generalmente vivimos adaptándonos a un entorno: un trabajo, el barrio en el que residimos, la familia, grupos de amigos si eres afortunado, una rutina que nos hace compañía, y en la que más o menos nos encontramos cómodos. Entonces, de vez en cuando nos asalta una sensación de agobio, puede que aparezca ese mal que llamamos ‘estrés’, por lo que necesitamos un cambio, posiblemente unas vacaciones, una escapada de fin de semana, o por qué no, que nos toque la lotería…

Si ampliamos nuestra perspectiva y somos capaces de salir de ese círculo vicioso en el que el día a día nos tiene atrapado sin que nos demos cuenta, seguro que somos capaces de ver que nos pueden venir bien algunos cambios, incluso, podemos apreciar que en muchísimas ocasiones estamos viviendo una vida que no es la que un día soñamos con tener, como si dicha vida no fuera la nuestra.

Ante todo esto, podríamos plantearnos crear parte de ese todo que nos rodea, el mencionado entorno en el que nos movemos, que sea el espacio por el que transitamos el que se vea obligado a moldearse, obligado por nuestros movimientos, por nuestros gestos. 

Nadie dice que sea fácil, pero es un riesgo que si nos atrevemos a correr, puede reportarnos calidad, puede hacer que la realidad se distorsione en pos de una felicidad individual, que por ende, revertirá en todas aquellas personas que nos rodean, sucediendo inevitablemente lo mismo de manera recíproca.

Leer un libro, descubrir nuevas recetas, nutrirse de personas que apuesten por ‘vivir’, oír, recuperar olores que alguna vez nos cautivaron, amar, abrir los ojos ante un nuevo día…

Ampliar nuestra ‘zona de confort’, que sin darnos cuenta poco a poco se reduce, nos atenaza, se muestra pesada… Experimentar, arriesgar…


g-sayah


Microrrelatoser 28.0 #reload#


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Tardaría en encontrar la llave que necesitaba, y aunque la encontrase, de nada le serviría. Al menos eso pensaba. Desde que el destino se lo arrebató de las manos en aquel fatídico accidente, no era capaz de abrir su corazón a nadie, y ya eran cinco los años que habían pasado. Cinco navidades, cinco largos y tristes períodos de tiempo, un tiempo cruel y malvado para con su soledad, una soledad herida y melancólica capaz de anular el alma de cualquiera.

En realidad no se sentía con fuerzas para buscar la llave que necesitaba…


g-sayah


Madrid 40.0


#cabina#


Desde una cabina y utilizando una línea segura, la sombra de Vincent durante los últimos días le daba a su misterioso y anónimo jefe las últimas novedades sobre la vigilancia que le había encargado.

El aeropuerto Adolfo Suárez mostraba un trasiego evidente en esas fechas estivales, señal inequívoca de la atracción que ejercía el país para los turistas.

Aquel poderoso individuo que sentía predilección por contar con los servicios de Vinc, empezaba a resignarse. Tendría que acudir a otro sicario para que se hiciera cargo de la brecha que, en oriente próximo se había abierto en lo que concernía a sus oscuros negocios, lo que en principio no le contentaba.

– Ha decidido retirarse – Le dijo su informante, decisión que no compartía, en absoluto, pero que estaba dispuesto a respetar, por ahora.

– Está bien, déjalo estar. Me reuniré con mis socios y veremos cual será el siguiente paso antes de que todo se complique aún más. El pago final, como siempre. Ya te llamaré –

Se dirigió a la puerta de embarque precisamente cuando estaban anunciando la última llamada del vuelo que le llevaría de regreso a casa.También él necesitaba un descanso, aunque no fuera permanente.


g-sayah


Microrrelato 75.0


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Si, soy su esposa, al menos en teoría. El muy canalla se fue hace más de un año, aunque no se lo reprocho. Me dijo que necesitaba espacio, que en este pueblo de mierda se ahogaba, que su ambiente rancio y encorsetado y su gente entrometida y zafia, le estaban restando días a su vida, y que su vida, como la de cualquier mortal, era corta y tenía que saborearla de otra manera. Me dijo que lo acompañara, para empezar de nuevo, en otro lugar, pero tuve miedo, y además, nunca creí que fuera capaz de irse…


G. Sayah


 

Relato 28.0


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Oteaba el horizonte sin bajarse de su montura. Mike Smith, veterano caza recompensas y ex veterano de guerra, le pisaba los talones a dos malditos cuatreros por los que las autoridades ofrecían una suculenta suma.

El rastro que iban dejando a través de aquel singular desierto era fácilmente visible y era evidente para Mike que no debían estar muy lejos. Podría jurar que en un par de jornadas les daría alcance, coincidiendo con la llegada a Lincolntown. Allí si todo salía según sus planes, los apresaría y los entregaría en la oficina del sheriff, a cambio de unos cuantos dólares, dólares que le permitirían seguir sobreviviendo en aquel duro e inhóspito oeste de La Unión.

Mike no era el típico pistolero a pesar de su aspecto rancio, inevitablemente sucio, con una barba incipiente y un olor obligado por su oficio.

Mientras le quitaba la silla a su caballo y se preparaba para pasar la noche al abrigo de una enorme roca, pensaba en su futuro, junto a una mujer a la que amar y que lo amase, con la que tener hijos y compartir un hogar. Una casita con chimenea que le ayudara a combatir el frío invierno y con un pequeño porche donde poder contemplar las puestas de sol tranquilamente, disfrutando de un buen libro. A Mike le encantaba leer poesía…


g-sayah


Madrid 39.0


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Sentada en una hamaca, diseñada para estar tumbada y que el entregarse a los brazos de Hypnos fuera muy fácil, debajo de un viejo y frondoso cocotero, Rachel se relajaba mirando el mar, mientras la brisa tahitiana le acariciaba su hermoso rostro.

Habían pasado varios días desde que abandonó La Gran Manzana y a pesar de lo radical del cambio: en su vida, en su día a día, el entorno, la gente… no le estaba siendo demasiado difícil el adaptarse, aunque era consciente que todavía estaba lejos de conseguirlo.. era demasiado pronto.

Pudo alquilar una pequeña casa, bastante coqueta y funcional, con lo básico para ir tirando, nada de lujos, ya lo era el que la mismísima entrada, estuviera a escasos cinco metros de la playa, o al menos eso pensaba ella.

A pesar de que llevaba poco tiempo en aquel paraíso, empezaba a preciar ciertas cosas que en la caótica Manhattan sería harto difícil.

Leía plácidamente una de las dos novelas que pudo guardar antes de salir pitando de su casa, con la amenaza de muerte pisándole los talones, en el exiguo y ligero equipaje en el que también metió lo que ahora eran sus únicas pertenencias. 

No obstante, a penas si podía concentrarse en la lectura, ya que cierta intranquilidad e inseguridad le podía. Había abandonado una lugar en el que se defendía bien, una rutina que más o menos le hacía sentirse cómoda… 


g-sayah


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