Relato 94.0


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Su mirada permanecía fija en el horizonte, húmeda, triste, transmitiendo una melancolía dolorosa. Sus ojos, clavados en aquel paisaje aparentemente idílico para quien lo fuera, intentaban escrutar una explicación lógica de cómo había llegado hasta allí, aún sabiendas de que aquella visión no le daría respuesta alguna a tan vil situación.

Lloraba como un imbécil por lo que no supo mantener durante tantos años y después de infinitas oportunidades… años en los que se había convertido en amigo inseparable de la heroína, compañera fatal y fiel de amargos momentos de inevitable depresión, y que con el paso del tiempo lo habían destrozado por completo. 

Todo perdido… trabajo, hogar, esposa, hijos, amigos… los había defraudado a todos. Tantos engaños, innumerables intentos de querer rehabilitarse, fracasadas terapias… pero su amarga vida no le daba tregua. Uno tras otro, los golpes y fracasos le eran díficiles de esquivar, y los astros se habían alineado para que su perspectiva solo viera lo que creía que sería la única solución…


G. Sayah


 

Poeta en Nueva York 30.0


Relato 132.0


Manhattan III


Robert dobló la esquina sin mirar atrás, aunque tenía la certeza de que alguien lo estaba siguiendo. Pero por qué. A lo mejor era una paranoia suya. Por si acaso tomó precauciones y entró en el primer Deli que vio con la intención de salir por la puerta trasera. Dio a un estrecho y sucio callejón apenas iluminado, en el que las ratas se estaban dando un banquete con las sobras de comida que rebosaban de los cubos de basura. Aceleró el paso y desembocó en la Séptima. Se cercioró de que el semáforo estaba en verde para los peatones con la idea de cruzar para tomar el metro en la acera de enfrente y cuando la sensación de sentirse perseguido se le estaba pasando, de repente, un vehículo salió de la nada a gran velocidad y lo arrolló intencionadamente…


G. Sayah


 

Madrid 12.0



Una regresión en sus pensamientos se mezclaba con una inquietud del presente, cierta inseguridad, dudas, el hecho de empezar a cuestionarse ciertas cosas en lo que a su trabajo respecta lo tenían ensimismado, con la mirada fija en la pantalla del ordenador, pero claro, sin estar viendo nada concreto.

Si dijera que no sentía dolor estaría mintiendo, aunque a veces pudiera parecer algo frío y distante. Podía presumir de soportar situaciones difíciles, se quejaba poco… aún así la inesperada pérdida de su compañero supuso para Nick un auténtico revés. 

El detective Brian nos esperaba apostado en su coche en la esquina del inmueble que vigilaban desde hacía varios días con la idea de ponernos en antecedentes sobre la situación, de manera breve pero concisa, por supuesto.

Un bonito bloque de apartamentos de un barrio noble de la Isla, contrastaba con el escándalo que en ese momento se oía a través de una de las ventanas abiertas del apartamento en cuestión. La supuesta joven pareja del sospechoso gritaba en medio de lo que podía ser una discusión doméstica. Subimos con premura a la tercera planta, nos identificamos antes de proceder a abrir la puerta, por si los moradores abrían voluntariamente. No fue el caso, de repente dos disparos atravesaron la delgada pared que daba al pasillo, alojándose una en la opuesta, la otra en el corazón de mi amigo…


G. Sayah


Microrrelato 73.0


People walk along a pedestrian street in downtown Shanghai


Me queda un regusto amargo en la boca cuando miro a mi alrededor y veo este lugar, tan desigual, insolidario y bastante cruel. Un lugar repleto de infames puebluchos que te hipnotizan, haciéndote deambular sin conciencia, hacia no sabemos donde, de manera autómata, sumiéndonos en una rutina circular, viciosa. Una zafia sociedad envilecida por el egoísmo y un sálvese quien pueda, deposición de un país gobernado por villanos que, con los bolsillos repletos, proclaman hipócritamente que todo va bien. Como diría el poeta, ‘si fuese joven me iría a vivir a otro sitio.’


G. Sayah


 

Poeta en Nueva York 29.0


Relato 131.0


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Comenzó a nevar, la leñosa ventana de su acogedor apartamento neoyorquino se lo dijo.

Su apreciado refugio, un valioso rincón en aquella fascinante isla, magna y superpoblada donde dejaba volar su imaginación, haciendo de los lunes una fiesta, inventado planes inimaginables, soñando con ser feliz, con una desbordante ilusión por empezar a vivir ‘su vida’. Además, aquel generoso habitáculo le ofrecía disfrutar de una paz interior hasta ahora inexistente. 

Leía y escribía, 

dormía y soñaba, 

pensaba y creaba,

sonreír podía…

… vivía.

Todo el tiempo anterior fue como si hubiese estado viviendo una vida que no era la suya, todo un tópico, pero no por eso menos cierto. Una vida condicionada por todo, lo material y lo metafísico, lo de aquí y lo de allá, pocas luces y muchas sombras, la sociedad que hedía, los otoños tristes, los amaneceres cansados, el aislamiento sufrido, una infancia perdida, una adolescencia sufrida, la incomprensión total en la madurez por parte de una sociedad intolerante…

Tenía la seguridad de que todo estaba cambiando, y eso le hacía ser optimista para con su futuro…

Un rayo de sol asoma,

vestigio de una esperanza,

que si antes perdida estaba,

ahora se muestra ladrona…


G. Sayah


 

 

Madrid 11.0


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El intento de poner orden en sus pensamientos le hizo perder la noción del tiempo, y si no fuera porque su iPhone empezó a sonar, no hubiera salido de aquel trance.

Apuró la taza de café, frío ya después de casi dos horas, se levantó y atendió la llamada. Era María.

– Hola guapísima. Buenos días. –

– Hola Vinc. Gracias por el piropo, aunque si me vieras ahora mismo no me lo dirías. –

– No lo creo. Qué ocurre, te noto seria. ¿Te has levantado con el pie izquierdo o es que llevas un mal día en el trabajo? –

– Pues yo diría que ambas cosas. El teléfono no deja de sonar y además tengo una montaña de papeles en mi mesa que casi no se me ve, como si estuviera enterrada en vida. – Bromeó María intentando quitarle hierro al asunto. – Estoy deseando que den las tres y poder largarme. –

– Entiendo. Pues se me acaba de ocurrir algo que a lo mejor te anime un poco. ¿Qué te parece si te recojo de la oficina, te acompaño a casa, metes unas cuantas cosas en ‘una bolsa’ y nos vamos para Atocha? –

– ¿Atocha? – Respondió María un tanto descolocada – ¿Te refieres a la estación de trenes– 

– Exacto. Si no tienes planes para este fin de semana, podríamos coger el primer AVE con plazas disponibles y perdernos por Sevilla. –

– Vaya, que propuesta más inesperada. ¿Y cómo qué te ha dado por ahí? – Dijo ella intentado encajar el ofrecimiento.

– Pues no se. Es una ciudad que siempre he querido conocer y me apetece, aún más si vienes conmigo. Pero también te digo que mi invitación no pretende causar ninguna alteración a tus posibles compromisos. Si tienes cosas que hacer, no te viene bien o simplemente no te apetece lo dejamos para otra ocasión. –

– ¡Para nada! Claro que me apetece, me parece una idea genial, lo que pasa es que no me lo esperaba. La verdad es que me vendría de perlas alejarme un poco de la capital, y Sevilla es una buenísima opción. Aunque otra cosa si te digo, y es que no podré hacer de cicerone, ya que sólo he estado una vez y hace ya bastantes años. –

– ¿Hacer de qué? – Ahora era Vincent el que se había quedado descolocado. –

– De cicerone. – María soltó una carcajada y le explicó que aquel era un antiguo término que se empleaba para definir a un guía turístico.

– Interesante. – Respondió él. – No te preocupes, ya nos apañaremos. Te recojo a las tres. –

– Deseando estoy… –


G. Sayah


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