Tentacles 1.0


Serie 81.0


Novela negra


– Y eso es todo doctor. Este es el resumen de lo que me ha pasado desde la última vez que nos vimos. – Le dijo a su psicólogo.

– No es poco Sr. Anderson. Tan sólo con lo del día de ayer tendría usted suficiente para escribir un buen relato. –

– Me temo que ese es mi día a día. –

Anderson era detective privado, y hace dos días recibió una llamada de su actual cliente a la que notó un tanto preocupada, por lo que decidió ir a verla. Quedó en su apartamento para el día siguiente sobre las cinco de la tarde, llevaría unos cafés y de paso la pondría al tanto sobre las últimas pesquisas que sobre el trabajo que le encargó había reunido.

Obligado a subir las escaleras del céntrico edificio donde residía su pagadora, una vigésimo primera planta, debido a una claustrofobia diagnosticada que le impedía coger el ascensor, empezó a notar una extraña sensación. Un mal presentimiento, no sabía por qué, pero sus años de experiencia le habían hecho desarrollar ese sexto sentido…


G. Sayah

‘La Arcadia del asesino 7.0’


Callejón NYC


Completamente aturdida y muy mareada abrió los ojos con dificultad. Enseguida notó que no podía mover los brazos. También sentía las piernas bloqueadas y un dolor punzante le recorría cada músculo de su cuerpo.

La oscuridad era casi total, pero a pesar de la falta de iluminación pudo intuir a duras penas que se encontraba en una especie de callejón, ya que observó contenedores de basuras, coronados de ratas, y un olor nauseabundo le llegaba a su maltrecha pituitaria.

Con algo más de conciencia de la situación se dio cuenta definitivamente que sus cuatro extremidades estaban unidas mediante una gruesa y apretada abrazadera, que explicaba su inmovilización, lo que también le imponía adoptar una posición fetal sobre aquel suelo sucio y pestilente.

También notó que no llevaba ropa, lo que junto con el dolor físico, la obligada postura y la carencia de recuerdos a corto plazo le embargara una sensación de profunda tristeza y desolación, aflorándole a los ojos lágrimas de miedo e impotencia.

Hizo un esfuerzo para girar la cabeza y le pareció ver unas luces azules reflejadas en el gran charco putrefacto sobre el que estuvo no sabe cuanto tiempo.


G. Sayah

Microrrelatoser 36.0

Desierto II

‘Reflexión’

Hacía casi dos milenios que lo habían crucificado, Pensaba aquel franciscano. De haber existido seguro que también anduvo por allí. Un lugar árido, yermo, caluroso, de un solo desértico inigualable que soportaba un calor tórrido, como si el sol tuviera prisa por derretirlo.

– Habrá que ser gilipollas para elegir un lugar de retiro tan inhóspito y desagradecido. Me pregunto que experimentó él en su huida a Egipto. Podría haberme ido a las Bahamas, o a Tahití, o a las Bermudas… –

– Allí donde fuera, los pensamientos y sus conclusiones me hubiesen perseguido… –

 

G. Sayah

Acróstico 2.0


Dalí II


‘V i V i R’


Vaya el tiempo lejos,

inmutables quedan los momentos.

Viéndolo marchar,

inherentes permanecen los sentimientos.

Razón de más para amar.


G. Sayah

 

Microrrelatoser 34.0

Fotografía 34.0

Se quedaban discutiendo donde pondrían el sofá.

– Que te parece si seguimos mañana. –

– Estoy de acuerdo.-

Sentados en el suelo compartieron una pizza sonriendo ante la situación. El apartamento estaba vacío, no había ni un sólo mueble, ni siquiera el dichoso sofá, que ironía. Lo que si había era mucha ilusión, bastante amor, y cantidad de expectativas puestas en un futuro compartido. Al fin y al cabo era su hogar, un poco desangelado, pero su hogar. Un hogar donde formarían una familia…

– ¿A dónde te gustaría ir de luna de miel cuando des a luz? –

G. Sayah

‘No uno cualquiera 12.0’


El Guernica - Versión 2


Delante de aquella colosal obra maestra tomó una decisión. Infinidad de pensamientos y recuerdos invadían su mente… dolor, muerte, sangre, injusticia, crueldad… todos, términos negativos que habían inclinado la balanza de su vida hacia un lado que ya no podía soportar más. Había traspasado el límite hace mucho tiempo, pero no tomó conciencia hasta ese mismo instante.

Aquellas extrañas figuras emergían del oscuro cuadro para expresar de manera magna, desde la mentalidad de un creador inigualable, los horrores de una guerra. Esos deformes seres que bien podían haber sido pintados por las manos de un dios, hicieron aflorar en Vincent, desde los más recóndito  de su negra y carcomida alma, unos sentimientos y un profundo malestar, que le obligaron a pronunciar, casi a escupir aquellas palabras… – María, voy a dejar mi actual trabajo. –


G. Sayah

‘La Arcadia del asesino 6.0’


Bar NYC


No salió muy tarde del trabajo, aunque la noche hacía rato que se había adueñado de Fjallbacka, por lo que decidió tomar algo antes de llegar a casa. Le apetecía una copa, sola, tranquila, y a ser posible con buena música de fondo.

– Hola, perdona que interrumpa tus pensamientos, pero soy nuevo por aquí y no conozco a nadie. He observado que estás sola y si no te importa me gustaría invitarte. Disculpa mi atrevimiento , pero creo que el aburrimiento a superado mi vergüenza.

– ¿No será que has bebido más de la cuenta para superarla? –

– En absoluto. Todavía estoy con la primera y ya va para una hora. ¿Un mal día en el trabajo? –

– Perdona por ser tan grosera. No debía de haberte contestado así. No es mi intención ofenderte. –

– No te preocupes. ¿Hace entonces la invitación? –

– De acuerdo. No suelo dejarme invitar por desconocidos, pero bueno, hoy haré una excepción. Aunque por otro lado no te aseguro que tu aburrimiento no vaya ‘in crescendo’, y si, he tenido un día horrible. –

Paul esbozó una sonrisa a la vez que le hacía señas al camarero para que se acercara.

– Dígame. –

– ¿Me pone un Whisky con hielo, por favor? Y lo que la señorita esté bebiendo. –

– Otra cerveza Adam. –

– Enseguida. –

– Erika, mi nombre es Erika. –

– Encantado Erika. Mi nombre es Paul. –


G. Sayah

 

Relato 88.0


La muerte en el espejo


Inclinado sobre la barra de un bar, la cara sobre las palmas de sus manos y los codos apoyados en aquella, lloraba como un niño lo que no supo mantener como un hombre.

Había perdido la cuenta de las copas bebidas, de las lágrimas caídas…

Esa mañana cuando se levantó, apático, cansado, más desanimado que nunca, terminó por no reconocer lo que vio al mirarse al espejo.

Un terrible sentimiento lo atormentaba, una afección de culpabilidad profunda y oscura fluía por las venas de su cuerpo, castigado y abandonado con la excusa evitable de la situación que vivía.

Más de un año cumplía su soledad, una soledad triste y absoluta. Su mujer y sus dos hijas lo abandonaron, sus tres soles, sus tres partes que por igual dividían su corazón, ahora negro y carcomido por una ponzoña que él mismo se había inyectado.

Con el tiempo llegó a la conclusión lógica de que fue culpa suya. No supo cuidarlas, no hizo nada por quererlas como se merecían, había sido un mal padre y un esposo lamentable, y cuando vino a darse cuenta de lo que estaba haciendo, era demasiado tarde…

G. Sayah


 

A %d blogueros les gusta esto: