En medio de la vorágine del caso Security World, así es como lo había bautizado la prensa, David y Mark se tomaron un día libre para embalar y transportar las pocas pertenencias de este al apartamento del forense.
Ante el deseo de Mark, David accedió de manera recíproca. Le entusiasmaba la idea de compartir un espacio con aquél, un refugio secreto donde resguardarse de un trabajo duro y absorbente, y de una metrópolis caótica y estresante.
David le confesó, en el momento en el que Mark le expuso la idea, que se moría de ganas por vivir con él, pero que su inseguridad sentimental le dictaba que debía dejar pasar algo de tiempo, y que por ese motivo no lo había hablado antes. Cierto era que a la luz de los acontecimientos había decidido sin dudar un instante no dejar pasar la oportunidad y, – ¡qué coño! Sólo se vive una vez. –
Eligieron el apartamento de David, ya que era algo más amplio que el de Mark, estaba mejor situado, y para colmo, el alquiler suponía menos desembolso.
En el alféizar de la ventana, uno frente al otro, disfrutaron de un café después de haber colocado y ordenado unas cuantas cosas, en silencio, pensando en el futuro, con miradas cómplices que reflejaban un presente si no feliz, si bastante placentero y tierno en lo que al amor se refería, puesto que ambos estaban seguros de compartir sentimientos, y que cada minuto que pasaba, dichos sentimientos se multiplicaban exponencialmente.
– David he de decirte que contigo me encuentro muy a gusto, deseo estar contigo a todas horas, me asusta, pero a la vez estoy experimentando sensaciones que hasta el momento nunca las había tenido con nadie. –
David asintió con una sonrisa a la vez que se llevaba la taza a los labios, y no precisamente para tomar del brebaje aromático de su interior, más bien para ocultar parte de su rostro ruborizado.
– Por cierto, me encanta tu apartamento. –
– Querrás decir, nuestro apartamento. – Replicó David de manera instantánea. – Y espero que sea por muchísimo tiempo. –
Allí sentados, el tiempo se detuvo, en silencio, enfrentadas las miradas por las que el atardecer pasó desapercibido, un ocaso, testigo del momento, que dio paso a una noche especial, romántica, mágica, sensual y sexual, primera de muchas en la que sus protagonistas apostaban fuerte para convertir aquella relación en algo sólido y duradero.
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