relato_178.0
Intento hacer memoria y viajar a un pasado más lejano, un pasado que me obliga a hacer un esfuerzo para encontrar en el desván de mi mente momentos donde aparezco de niño, un pasado del que mis recuerdos son gratos.
Una plácida infancia, una feliz pubertad y no menos mala la adolescencia van jalonando unos primeros lustros de mi complicada vida.
Historias de canicas y estampitas de fútbol, de calles sin asfaltar por donde baja el agua cuando llueve por un irregular surco forzado, una lluvia que fabrica enormes charcos de barro sobre los que saltar, lo que acarreaba una inevitable bronca de mamá cuando llegabas a casa hecho un cromo.
Jugar a piola, la lima, la mosca, el elástico…
– ¿Y los veranos? – Era complicado ver la playa, que aunque estaba cerca, visitarla era casi un sueño inalcanzable, por lo que calmábamos el sofocante calor del sur llenando globos con agua deseando que alguien te rompiera uno bien grande lo más pronto posible, y otra vez mamá dándote la bronca, pero intentando siempre aguantar una sonrisa de complicidad.
Recuerdo un día que le dije a mi padre – papá quiero una bici por lo Reyes – y él me dijo – ya veremos – Todos sabemos que ese ‘ya veremos’ suele ser un ‘no’, pero ese año – yo tendría que andar por los siete u ocho – me llevé una de las sorpresas más grandes de mi vida…
g_sayah