A la hora del almuerzo, optaron por un italiano con el que tropezaron en un sombrío callejón perpendicular a la comercial calle Tetuán.
– A mí me apetece, ¿y a ti? – Tanteó Vincent a María.
– No mucho, pero con el hambre que tengo me comería hasta las piedras. – Exageró guiñándole un ojo. – Aunque accedería a tu propuesta con dos condiciones. – Dijo con una sonrisa picarona.
– ¿Dos? ¿No te conformas con una? –
– Pues no. La primera, que para la cena elijo yo el lugar. –
– ¿Y la segunda? –
– No seas impaciente. La segunda… que me acompañes a hacer unas compras esta tarde. –
– ¿Ir de ‘shopping’? Por supuesto. Me encanta. Me parece que vas a ser tú la que tengas que tener paciencia. Soy un vicioso de los escaparates. Me atrevería a decir que voy a aburrirte, y además tendrás que ayudarme a cargar con las bolsas de todo lo que compremos. – Dijo Vinc entre sonoras y contagiosas carcajadas, arrancando también las risas de ella.
De nuevo María se quedó algo perpleja. No esperaba , ni de lejos esa respuesta. Que a Vincent le fuera uno de sus entretenimientos favoritos, y a la vez una de la mejores formas que tenía para desestresarse cuando se sentía agobiada.
Sentados en la terraza del restaurante, uno frente al otro, brindaron con un tinto, Lambrusco, como no podía ser de otra forma. El lugar inigualable, el clima acompañaba y la mutua compañía, grata y placentera.
– Por nosotros, nuestra pequeña sociedad, llamémosla así, y la magnífica escapada que te has inventado. Gracias, muchas gracias. Estoy muy contenta de haber venido, claro, que si no me hubieses invitado… –
– No seas tonta. Con quien iba a venir si no. Soy yo el que te da las gracias por acompañarme. Eres un encanto. –
María se sonrojó levemente, por lo que intentó aprovechar la carta para taparse la cara e impedir que Vinc se diera cuenta.
– De paso, elige que te apetece comer. – Bromeó.
– ¡Mierda! – Lo ha notado…
g-sayah
Bonito. 💜🖤❤️
Me gustaLe gusta a 1 persona
Gracias
Me gustaLe gusta a 1 persona