– Marco, buenos días. Anda. Levántate mientras te preparo el desayuno que es la hora –
Por primera vez en su vida que Marco recordara, no tenía ganas de ir a clase. Deseaba fingir que estaba enfermo, decirle a su madre que no se encontraba bien, es más, sentía un terrible deseo de que se lo tragase la tierra.
Cursaba tercero de ESO, le encantaba estudiar, leer, indagar por internet en busca de todo tipo de información a la hora de realizar los trabajos que le mandaban sus profesores, pero sobre todo, le fascinaba el cine. Tenía claro que su futuro iría relacionado con el séptimo arte, aunque también era consciente que para llegar a donde quería, no tenía más remedio que llevar un buen expediente académico en la ESO y el Bachillerato.
A pesar de su corta edad, tenía una mentalidad muy madura y se esforzaba en lo que hacía para que le sirviera a modo de trampolín.
– ¡Hasta el infinito y más allá! Se decía cuando no tenía ganas de estudiar.
– Mamá no tengo hambre. – dijo mientras se peleaba con unas enormes legañas producidas en su mayor parte por las lágrimas nocturnas.
– ¿De veras? Bueno, pues te lo preparo para que te lo lleves y te lo tomes en el recreo –
Estuvo a punto de confesarle en ese momento a su madre lo que le estaba ocurriendo en el instituto, pero contó hasta diez y lo sopesó. No quería preocuparla y decidió que él mismo lo solucionaría.
Había oído de pasada en las noticias cosas parecidas a lo que él estaba viviendo en clase. – Varios compañeros acosan a un alumno del colegio tal… – Un chico golpea a otro mientras un tercero lo graba con su móvil… –
Sus padres comentaban dichas noticias en voz alta con rostros preocupados y mirándolo de soslayo, deseando que nunca le sucediera a su querido hijo.
– Está bien, le haré frente a esos energúmenos y lo solucionaré de una vez por todas. – Se dijo.
Entró en el dormitorio de sus padres y cogió una navaja que su padre guardaba celosamente en un cajón de la mesita de noche, recuerdo de un servicio militar extinguido. La guardó en su mochila junto con el desayuno que previamente le había dado su madre.
Intentando que esta no se cerciorara de su gesto, se colocó rápidamente la pesada bolsa cargada de libros y cuadernos en la espalda y dándole un beso salió de casa.
– Hasta luego mamá –
– Adiós cariño, que tengas un buen día –
g-sayah
Muy bueno. 💜🖤❤️
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Muchas gracias…
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Muy bueno. Sólo queda imaginar cómo le fué. No soy muy optimista Saludos!
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Muchas gracias… un saludo
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