No era la primera vez que lo sentía, una presencia invisible que la observaba, hacía días, estaba segura. La sensación era fuerte, sobre todo cuando andaba por la calle, a pesar de las miles de almas que deambulaban por las calles de Manhattan, esa sombra estaba cerca y no tenía ni puta idea del por qué.
Últimamente había tomado precauciones, no salía sola por la noche, intentaba llegar temprano a casa después del trabajo y normalmente le pedía a algún compañero que la acompañara, aunque sin decir el motivo real, aducía que no se encontraba bien, que se sentía algo mareada, excusa que hacía siempre que alguien se ofreciera.
Sentada en la mesa de la cocina, daba buena cuenta de unos tortellinis rellenos de parmesano con una buena copa de tinto, mientras pensaba que mañana llamaría a un cerrajero para cambiar la cerradura de su apartamento, es más, pondría dos. También aseguraría las ventanas, aunque vivía en una octaba planta, así se quedaría más tranquila. Igual, hasta instalaría una alarma.
Se levantó para coger la Moleskine de su mochila y anotarlo todo para que no se le olvidara nada, cuando de repente un extraño ruido la acojonó un poco. Dirigió su mirada al pomo de la puerta y notó que estaba girando lentamente, y no pudo evitar que el grito que quiso dar se le ahogara en su interior a la vez que se le erizaban todos los bellos de su tembloroso cuerpo…
G. Sayah