Inmersos en la lectura, aguardaban a que le sirvieran el almuerzo. Optaron por un italiano bastante decente al que María ya había ido un par de veces, y aunque bastante escueta, la carta que ofrecía era deliciosa.
Ella pidió rigatoni a la putanesca, mientras que Vincent no pudo resistirse a unos buenos spaghetti con albóndigas. Todo regado con un buen tinto siciliano que provocaba un efecto sinérgico con las respectivas salsas, multiplicando el deleite culinario de ambos.
Tampoco pudieron resistirse en mitad del ágape a compartir parte de las viandas, entre miradas cómplices y sugerentes roces de manos y labios a la hora de un coqueto intercambio, ‘yo te doy a ti y tú me das a mi’.
María, por supuesto, no se había cerciorado, pero la experiencia que Vincent atesoraba, le hacía tener la certeza de que alguien los observaba. Intentando disimular su preocupación, sentía aquello como un mal presagio…
G. Sayah
Igual, señor. Algún día tal vez entendiera su español lo que es tan elevado es al nivel de arte. Cuando lo leo — no es de ninguna manera acercándose al tanto como Ud. leo al mi ingles — tengo el sentido que todavía estoy un chico en la escuela primaria de español. Los breves roces de las mejillas con los besitos con los abrazos fuertes pero gentiles españoles, pues, les extraño. Entonces, hacemos lo mejor aguantar que podamos, verdad?
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You are a machine…
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💙
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Muchísimas gracias…
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